30 de junio de 2009

Immersion: Porn

En su trabajo fotográfico titulado Alter Ego, el artista Robbie Cooper se propuso analizar cómo las personas proyectaban su identidad en el mundo virtual a través de avatares.
"En el 2003 -declaró Cooper- estaba fotografiando al director principal de una compañía y él me dijo que usaba los juegos del “Mundo Virtual” para interactuar con sus hijos, es que estaba divorciado y tenía un restringido acceso a ellos, entonces mediante el juego Everguest el podía encontrarse con ellos cada noche donde jugaban y chateaban. Yo le pregunte sobre qué chateaban, y él me respondió: sobre cosas de trabajo, de la escuela, de su madre, las cosas normales como si estuviéramos en la realidad... Pasé los siguientes tres años, viajando a países como Corea, China, Francia y Alemania fotografiando personas que usan los juegos virtuales, comparando las apariencias de la persona en el mundo real con sus avatares virtuales online, el trabajo resultante fue un libro de fotografías que publique en el 2007 denominado Alter Ego". [1]
En Immersion, su segundo proyecto, era obvio que el interés de Cooper por el mundo virtual persistía, pero ahora el universo de los videojuegos sería el tema central de su trabajo. A través de este proyecto Cooper grabó las reacciones en los rostros de niños y jóvenes que se encontraban jugando algún videogame, por lo general con altas dosis de violencia. El resultado es muy interesante:
Este año Cooper presenta el proyecto Immersion: Porn. En él, el artista se propuso estudiar la relación de hombres y mujeres con la pornografía. Gente común y corriente nos platican de sus experiencias, sobre todo cómo fue que se acercaron a la pornografía y cómo la entienden y asumen ahora.
El producto de este proyecto es un video en el que los participantes hablan abiertamente sobre ese tema y de pasada aprovechan la oportunidad para masturbarse frente a nuestros ojos, con un entusiasmo digno de mejores propósitos. Bajo su propio riesgo, observen las siguientes imágenes y, si les quedan ganas, también vean el video.
Y tú, mi estimado, fino y chaquetero lector, ¿qué cara pones cuándo el espíritu de Onán te invade?
Platícanos, no seas ranchero...

Manipuladores de lo aparente

El politólogo Jesús Silva-Herzog Márquez, al analizar el periodismo que actualmente se hace en en nuestro país, califica a los periodistas como profesionales de las apariencias, y a los medios de comuniciación en general de ser órganos de la opinión y manipuladores de lo aparente (Letras Libres No. 48, diciembre 2002).
En su reflexión, Silva-Herzog Márquez destaca además el carácter trivial, desechable y rencoroso con el que ahora se maneja la información. Afirma que en México el periodismo se ha erigido en jurado supremo y, compartiendo con la democracia sus apremios y miserias, en animador de lo precario y lo efímero.Como jurado, el periodismo “reparte veredictos de valor (eso cuenta, esto es bueno, aquello inaceptable)”, pero además otorga “certificados de existencia (estos es, eso está sucediendo, aquellos no existen)”.
En este mismo sentido, retomando la crítica que Adam Gopnik hizo a la prensa estadounidense, señala que antes el periodista iba en busca de la información para difundirla, ahora la busca para imponer castigos: “Pasea con pose de neutralidad, pero se ejercita diario en la gimnasia de la indignación: denunciar las torceduras del mundo es la misión del periodista. De este modo, la agresión se ha convertido en una especie de imperativo ético de gremio”.
Por otra parte, dice el politólogo, la democracia y el periodismo, desayunan en la mañana lo que defecan en la noche. La información se ha convertido en un acto rutinario, exaltando lo trivial como gesta magnífica. Así, “el mundo de la democracia y el periodismo condenan al ridículo cualquier apuesta por la durabilidad”, afirmó.
Beatos y maniqueos. Advirtiendo que me opongo a las generalizaciones, encuentro en el periodismo colimense señales de un recalcitrante maniqueísmo en el que las admoniciones sustituyen al análisis imparcial y a la crítica razonada.
Si bien es cierto que la sacrosanta Libertad de Expresión ampara el derecho de los periodistas a publicar sus ideas, análisis y críticas, aquella no faculta a éstos el poder de imponer a los demás sus veleidosos criterios. Orwellianamente diría que los órganos informativos se han transfigurado en un Ministerio de la Verdad, imponiéndose una tarea: vigilar meticulosamente que lo real sea como ellos dicen que es. Acreditados seguramente por el Espíritu Santo, el periodismo local se ha convertido en vocero y representante de nosotros los medrosos ciudadanos, y en su nombre condenan o perdonan, ocultan lo que les desagrada o hacen promoción de lo que les conviene.
Pero lo más relevante es que no sólo informan y analizan el quehacer de los actores políticos y sociales. Hoy, con sus veredictos, el periodismo se asume a sí mismo como un actor legítimo que reclama o francamente le disputa al poder el privilegio de intervenir en la toma de decisiones. Esto podría ser aceptable si los medios dejaran de razonar en términos de que ellos son los buenos y los malos todos aquellos que no coincidan con sus opiniones.

29 de junio de 2009

La sociedad de consumo

Zygmun Bauman ha señalado que con el auge de la industrialización, lo que predominó fue la ‘sociedad de producción’, cuyos integrantes eran, precisamente, ‘productores’. Hoy es evidente que nuestra sociedad ha terminado por ser una ‘sociedad de consumo’ que les exige a sus miembros cumplir con su delicada función, que no es otra que la de derrochar su dinero.
Ciertamente, dice Bauman, hoy también producimos y antes también consumían; sin embargo, la diferencia entre ambas sociedades es sólo de énfasis y prioridades, pero este hecho, ni duda cabe, vino a introducir diferencias formidables en la vida cotidiana de las personas. En la sociedad de consumo ya no se trata sólo de tener o no la posibilidad de comprar lo que uno desea o de comprar lo que uno necesita, sino en consumir objetos o servicios que nos satisfagan instantáneamente.
Integrada por consumidores impacientes e impulsivos, cuyo interés se despierta fácilmente y se pierde con la misma desenvoltura, la sociedad de consumo ya no tiene lugar para la necesidad y la satisfacción, “porque el deseo ya no desea satisfacción. Al contrario, el deseo desea deseo”.
En la actualidad, nos dice Bauman “para un buen consumidor buscar y no encontrar, o mejor, no encontrar aún, no es malestar sino promesa de felicidad; tal vez es la felicidad misma. Viajar es esperanza, llegar es una maldición”.
Como el consumidor moderno vive en la excitación perpetua y en la insatisfacción permanente, entonces se le tienen que poner señuelos: -¿Crees que lo has visto todo? Todavía no has visto nada-.
Lo triste es que en el mercado de bienes, productos y servicios, los consumidores vivimos en un engaño permanente: creemos que nosotros decidimos. Efectivamente, sólo compramos lo que queremos. Y ahí está la paradoja: podemos negarnos a comprar alguno de los infinitos artículos o servicios que se nos ofrecen, pero no podemos rechazar la opción de elegir entre ellos… pero esta no parece ser una opción”, concluye Bauman.

27 de junio de 2009

Las preguntas desconcertantes

Es muy común que las preguntas que nos hacen los niños nos dejen sorprendidos, ya sea por la ingenuidad de sus planteamientos o de plano porque no sabemos qué responderles. Por ejemplo, hace varios años, mi sobrina Andrea, me preguntó que cuánto pesaba un kilo de algo. Luego de tocarle la frente y cerciorarme que su desvarío no lo ocasionaba una fiebre terciana, le dije que mejor le fuera preguntar a su mamá, ya que ella por ser maestra lo sabe todo. Otro ejemplo: en una ocasión que pasábamos por un circo, el entonces niño Iván me preguntó que por qué los elefantes tenían la espalda arriba y no como nosotros, que la tenemos atrás. –Porque Dios Nuestro Señor así lo dispuso y su sabiduría es inconmensurable, hijo mío-, fue lo que atiné a contestar.
Ahora bien, es oportuno afirmar que los adultos somos especialistas en plantearleas a los demás cierto tipo de preguntas que aquí llamaremos idiotas. El problema es que como somos rebuscadamente perspicaces, siempre habrá alguien que responda a cualquier cosa que le inquieran, sin importarle qué tan estúpido sea el cuestionamiento. Al respecto, sostengo que a cada pregunta idiota le debe corresponder con justicia una respuesta estúpida. A continuación ofrezco algunos ejemplos:
a) Por andar en la parranda se nos hace tardísimo y llegamos casi al amanecer a nuestra casa. La esposa quien no obstante que mira el deplorable estado en el que nos encontramos, escandalizada arma su bochinche y pregunta gritando: - Mira nomás cómo vienes, ¿dónde andabas, cabrón?, ¿qué horas son estas de llegar?-. Si intentáramos responder coherentemente, echaríamos a perder cualquier coartada preparada con antelación. Por tanto, la respuesta debe ser igual de necia que la pregunta. Algo como esto: -Mi amor, me entretuve tantito porque viendo que no había tanto sol, me puse a chaponear el terreno que me heredó mi tío Eleuterio. Ya te dije que ahí pienso sembrar mucha mota, a ver si así salimos de pobres-.
b) Harto de traer el pelo como Leonardo Cuellar en la década de los setenta y de ser la burla de los compañeros de trabajo, vamos con el esteta de la tijera para que le de una arregladita a la mata capilar. Después de la manita de gato, al aparecernos por la oficina, nunca falta el compañero que torpe pero alegremente pregunte -Órale, vale, ¿te cortaste el pelo, verdad?-. La respuesta, como corresponde, deber ser tan o más estúpida que el cuestionamiento: - No, jovencito, no me lo corté, sucede que en el transcurso de la noche la cabeza me creció varios centímetros cúbicos-.
c) Luego del partido, todos los integrantes del equipo de futbol nos instalamos debajo de una parota y ahí, bajo el resguardado de su inmenso follaje, empezamos a disfrutar de unas heladas y riquísimas cervezas. Sin embargo, apenas han pasado unos minutos cuando el cielo comienza a encapotarse, negros nubarrones se ciernen sobre nuestras cabezas, mientras el viento adquiere tal fuerza que empieza a tumbar pequeños árboles y, al mismo tiempo, grandes ramas son arrastradas por la carretera. Relampaguea una y otra vez y de pronto empieza a lloviznar. Un rayo cae como a trescientos metros de donde estamos emborrachándonos y es entonces cuando nuestro defensa central, con la mirada perdida y sin mirar a nadie, nos pregunta: -Oigan, ¿ustedes creen que irá a llover?-. La respuesta debe ser sobresaliente: -¡Claro que no! Las nubes, los rayos, el viento y la llovizna, son efectos especiales que entre todos pagamos nomás para ver si lográbamos sorprenderte, pendejo.
d) El sujeto X, cuidándose de que no lo veamos, se nos acerca silenciosamente. Ya ubicado a nuestras espaldas pega un grito y nos sacude de los hombros. El susto nos deja mudos, temblorosos y con señales inequívocas de una incipiente diabetes. “¿Te asustastes?”, todavía se atreve a preguntarnos el muy imbécil. Uno mejor se queda callado decidiendo que arma usar para el homicidio: estilete, daga, cuchillo, pistola, rifle, escopeta cuata o si será mejor aplicarle al sujeto X algunas de las técnicas de suplicio descritas por Foucault en su libro Vigilar y castigar.
e) "No encuentro mis llaves ¿no las has visto?", le preguntamos al compañero de trabajo quien, al mismo tiempo que se saca el pedazo de frijol que trae atorado entre los dientes, nos responde: "No, para nada", y luego filosóficamente nos cuestiona: "¿Pues dónde las habrás dejado?". O sea, jelou, si supiera dónde dejé las méndigas llaves ¿tendría algún caso que le estuviera preguntando por ellas a este redomado pendejo?
f) Concluyo con la campeona de todas las preguntas idiotas: en el baño, concentrados en los menesteres precisos y en la lectura del Libro Vaquero, oímos que el teléfono timbra incesantemente. Una, dos, tres... diez veces. Tanta obstinación nos hace pensar: “Ha de ser una urgencia”. Con los pantalones enredados en las piernas y nuestra integridad física peligrando, nos vamos dando brinquitos hasta llegar al aparato. Levantando el auricular contestamos: “Bueno”. Del otro lado de la línea se escucha la vocecita de un hijo de su Pink Floyd, que nos pregunta: “¿A dónde hablo, oiga?”.

Para la memoria

El Centro de Colima
Antes
Después
***
Iglesia de la Sangre de Cristo
Antes
Después
***
Teatro Hidalgo
Antes
Después
***
Interior del Teatro Hidalgo
Antes (1931)

Después (Ayer)

***

La Piedra Lisa
Antes
Después

25 de junio de 2009

Pensando lo que es pensado

Objetos objetivos. Hace alguno años, el escritor portugués José Saramago, al intervenir en la clausura del Seminario La prensa, cuestionada. Un análisis de la aventura informativa, organizado por la agencia EFE y la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, mencionó que los problemas del trabajo periodístico se encuentran, en primer lugar, en creer que a través de él se puede obtener toda la información y, en segundo, pensar que hay objetividad en la propia información que recibimos.Respecto al primer punto, el portugués afirma que es tan obvio el argumento que no vale la pena perder el tiempo en demostrarlo. Sin embargo, sobre el tema de la objetividad hace una serie de reflexiones que, estemos o no de acuerdo con ellas, nos invitan a observar con otra mirada al quehacer periodístico.
Sujetos subjetivos. Saramago parte del siguiente supuesto: estamos rodeados de subjetividad. No hay sino subjetividad en todas nuestras prácticas como seres humanos, desde “subjetividades ideológicas, subjetividades de clase, subjetividades de intereses personales, subjetividades de grupo, subjetividad de cultura, subjetividad de costumbres…”. Es por eso que –comenta el lusitano- la información cotidiana que se nos ofrece se encuentra cargada de la subjetividad del periodista, en la medida que éste, al redactarla, decide utilizar un determinado lenguaje (con palabras concretas escogidas por él), a través del cual nos reporta los hechos que observó, acontecimientos que quizá otro de sus colegas los describa de una manera totalmente diferente. A todo lo anterior habría que sumarle otro tema fundamental: que no podemos pensar fuera de lo pensado. Es decir, que sólo pensamos lo que nuestra época piensa y nadamás. Al respecto, Saramago se pregunta: “¿por qué pienso yo lo que pienso? ¿Por qué no pienso lo que se pensaba en el siglo XIII? ¿Y por qué puedo estar seguro de que en el siglo XXIV no se pensará lo que yo pienso ni como pienso?”
Creadores de opinión pública. ¿Y qué pasa con los lectores? O, mejor dicho, ¿y en la tarea informativa cuál es el papel del lector? ¿La de un ente pasivo que sólo tiene la tarea de digerir lo que dicen quienes crean la opinión pública? Saramago comenta: “Hay una expresión un poco bizarra, que es la creadora de opinión. Tengo que decir que me irrita profundamente: el creador de la opinión. Porque es inevitable que yo me descubra a mí mismo preguntándome: ¿pero qué derecho tiene un señor o una señora ­ por el hecho de que publica una columna en un periódico o participa en la radio o en la televisión o lo que sea, que se presenta como maestro­ dando su opinión, que por el hecho de que sea suya parece que por lo menos tiene la ambición de que otros lleguen a la misma opinión, no por un trabajo mental suyo, sino porque se lo ha oído decir al periodista, o al articulista que así piensa?"
En todo caso -concluyo- la relevancia de tener acceso a la información no estriba tanto en la cantidad de datos que podamos obtener, sino en la capacidad que tengamos para, a partir de ella, poder interpretar racionalmente lo que sucede a nuestro alrededor y evitar creer que lo que pasa es producto de aquello que alguien nos dicen que está pasando.

La noche de anoche

La Campana
Basílica Menor
Quiosco del Jardín Libertad
Calle Madero
Portal Medellín (Hotel Ceballos)

24 de junio de 2009

El futbol y la vida

Fundamentalismo destalentado
. Para algunos, el futbol es una religión donde ofician no uno sino once sacerdotes. Para otros, es un espacio casi literario, porque el futbol no sólo es un espectáculo para la evasión, sino que es una metáfora de la vida misma. Aunque también, como lo expresó el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, este deporte puede convertirse en una droga dura o en una religión, en una especie de fundamentalismo que utiliza la violencia para destruir en su nombre.
Fanáticos al borde del suicidio
. Adolfo Bioy Casares dijo en algún lugar que “La mejor forma de adquirir temple ante la adversidad es ser hincha de un club perdedor”. Y no le faltaba razón. Para el aficionado común no hay nada más normal que escuchar en el estadio gritos de guerra como aquél que dice "¡Con el Atlas aunque gane!", porque sabe que dicha frase fue acuñada por un fanático a punto del suicidio. Y esto que parece la toma de conciencia de un destino fatal no es, sin embargo, un obstáculo para que ese mismo aficionado viva con ímpetu desmedido su pasión por el futbol, porque no necesita de argumentos ni de estadísticas para justificar sus emociones. Porque su equipo puede ser un perdedor consumado, pero siempre queda el recuerdo del torneo ganado hace mil años y la expectativa de que en el próximo –ahora sí- serán nuevamente campeones.
El jugador número 12
. Sin espectadores el futbol es una entelequia. No hay nada más desolador que un estadio vacío, porque ahí se percibe la pasión en agonía. Los jugadores y el público son los componentes básicos en un partido de futbol. De los primeros depende el gozo y de los segundos la crónica de sus proezas. El jugador podrá hacer una y mil maravillas en el terreno de juego: un túnel al defensa criminal, un gol de chilena o un dribling imposible y, no obstante, cualquier prodigio pierde sentido si no hay espectador que lo aplauda. En palabras del escritor Eduardo Galeano: “el jugador número doce sabe que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música”.
Albert Camus y el futbol
. «Lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había sido ayer. Antes de terminar el primer tiempo, tenía la lengua como uno de esos perros con los que la gente se cruza a las dos de la tarde… [Gracias al futbol] aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha».
Consejo táctico
. «Si el equipo contrario tiene un jugador inteligente que se desmarca muy bien, siempre debemos optar por la solución más sencilla: que no le marque nadie. Si no le marca nadie, no se desmarcará» (Johan Cruyff)

23 de junio de 2009

Finisterre

En los últimos días he querido abordar diversos temas, pero debido a cuestiones de trabajo me ha sido imposible. Por lo pronto, y como hay que seguirle chingando para el tamal, me veo en la necesidad de seguir posteando solamente imágenes, las cuales forman parte de la vida cotidiana de la gente que habita estas tierras del Señor.

Volcán de Fuego

Tamarindos

Parotas

Piscila desde La Cumbre

Parque Hidalgo

En el Jardín Libertad

Columpiándose

Dogos Fashion: son la onda

Multifuncional

17 de junio de 2009