25 de junio de 2009

Pensando lo que es pensado

Objetos objetivos. Hace alguno años, el escritor portugués José Saramago, al intervenir en la clausura del Seminario La prensa, cuestionada. Un análisis de la aventura informativa, organizado por la agencia EFE y la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, mencionó que los problemas del trabajo periodístico se encuentran, en primer lugar, en creer que a través de él se puede obtener toda la información y, en segundo, pensar que hay objetividad en la propia información que recibimos.Respecto al primer punto, el portugués afirma que es tan obvio el argumento que no vale la pena perder el tiempo en demostrarlo. Sin embargo, sobre el tema de la objetividad hace una serie de reflexiones que, estemos o no de acuerdo con ellas, nos invitan a observar con otra mirada al quehacer periodístico.
Sujetos subjetivos. Saramago parte del siguiente supuesto: estamos rodeados de subjetividad. No hay sino subjetividad en todas nuestras prácticas como seres humanos, desde “subjetividades ideológicas, subjetividades de clase, subjetividades de intereses personales, subjetividades de grupo, subjetividad de cultura, subjetividad de costumbres…”. Es por eso que –comenta el lusitano- la información cotidiana que se nos ofrece se encuentra cargada de la subjetividad del periodista, en la medida que éste, al redactarla, decide utilizar un determinado lenguaje (con palabras concretas escogidas por él), a través del cual nos reporta los hechos que observó, acontecimientos que quizá otro de sus colegas los describa de una manera totalmente diferente. A todo lo anterior habría que sumarle otro tema fundamental: que no podemos pensar fuera de lo pensado. Es decir, que sólo pensamos lo que nuestra época piensa y nadamás. Al respecto, Saramago se pregunta: “¿por qué pienso yo lo que pienso? ¿Por qué no pienso lo que se pensaba en el siglo XIII? ¿Y por qué puedo estar seguro de que en el siglo XXIV no se pensará lo que yo pienso ni como pienso?”
Creadores de opinión pública. ¿Y qué pasa con los lectores? O, mejor dicho, ¿y en la tarea informativa cuál es el papel del lector? ¿La de un ente pasivo que sólo tiene la tarea de digerir lo que dicen quienes crean la opinión pública? Saramago comenta: “Hay una expresión un poco bizarra, que es la creadora de opinión. Tengo que decir que me irrita profundamente: el creador de la opinión. Porque es inevitable que yo me descubra a mí mismo preguntándome: ¿pero qué derecho tiene un señor o una señora ­ por el hecho de que publica una columna en un periódico o participa en la radio o en la televisión o lo que sea, que se presenta como maestro­ dando su opinión, que por el hecho de que sea suya parece que por lo menos tiene la ambición de que otros lleguen a la misma opinión, no por un trabajo mental suyo, sino porque se lo ha oído decir al periodista, o al articulista que así piensa?"
En todo caso -concluyo- la relevancia de tener acceso a la información no estriba tanto en la cantidad de datos que podamos obtener, sino en la capacidad que tengamos para, a partir de ella, poder interpretar racionalmente lo que sucede a nuestro alrededor y evitar creer que lo que pasa es producto de aquello que alguien nos dicen que está pasando.

1 comentario:

Paulina Valdez dijo...

"... evitar creer que lo que pasa es producto de aquello que alguien nos dicen que está pasando.".

Complicadísimo. ¿Has escuchado o leìdo algo del Club Bilderberg? Yo conseguí un libro bastante bueno acerca de dicha organizaciòn... Todavía receurdo la sensación de paranoia que me quedó por al rededor de dos semanas.

Saramago. No entiendo cómo hace el señor para ponernos en medio de un universo paralelo cada vez que escribe o abre la boca. Saramago es como aquella realidad oculta entre líneas que a todos nos cuesta trabajo aceptar