24 de junio de 2009

El futbol y la vida

Fundamentalismo destalentado
. Para algunos, el futbol es una religión donde ofician no uno sino once sacerdotes. Para otros, es un espacio casi literario, porque el futbol no sólo es un espectáculo para la evasión, sino que es una metáfora de la vida misma. Aunque también, como lo expresó el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, este deporte puede convertirse en una droga dura o en una religión, en una especie de fundamentalismo que utiliza la violencia para destruir en su nombre.
Fanáticos al borde del suicidio
. Adolfo Bioy Casares dijo en algún lugar que “La mejor forma de adquirir temple ante la adversidad es ser hincha de un club perdedor”. Y no le faltaba razón. Para el aficionado común no hay nada más normal que escuchar en el estadio gritos de guerra como aquél que dice "¡Con el Atlas aunque gane!", porque sabe que dicha frase fue acuñada por un fanático a punto del suicidio. Y esto que parece la toma de conciencia de un destino fatal no es, sin embargo, un obstáculo para que ese mismo aficionado viva con ímpetu desmedido su pasión por el futbol, porque no necesita de argumentos ni de estadísticas para justificar sus emociones. Porque su equipo puede ser un perdedor consumado, pero siempre queda el recuerdo del torneo ganado hace mil años y la expectativa de que en el próximo –ahora sí- serán nuevamente campeones.
El jugador número 12
. Sin espectadores el futbol es una entelequia. No hay nada más desolador que un estadio vacío, porque ahí se percibe la pasión en agonía. Los jugadores y el público son los componentes básicos en un partido de futbol. De los primeros depende el gozo y de los segundos la crónica de sus proezas. El jugador podrá hacer una y mil maravillas en el terreno de juego: un túnel al defensa criminal, un gol de chilena o un dribling imposible y, no obstante, cualquier prodigio pierde sentido si no hay espectador que lo aplauda. En palabras del escritor Eduardo Galeano: “el jugador número doce sabe que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música”.
Albert Camus y el futbol
. «Lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había sido ayer. Antes de terminar el primer tiempo, tenía la lengua como uno de esos perros con los que la gente se cruza a las dos de la tarde… [Gracias al futbol] aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha».
Consejo táctico
. «Si el equipo contrario tiene un jugador inteligente que se desmarca muy bien, siempre debemos optar por la solución más sencilla: que no le marque nadie. Si no le marca nadie, no se desmarcará» (Johan Cruyff)

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