30 de enero de 2009

Todo tiempo pasado fue anterior

Pila de la Sangre de Cristo Foto: Ramón Vallejo

Buscando culpables

En nuestro entorno encuentro una proclividad a no reconocer los errores que cometemos, sobre todo luego de que nos descubrimos incapaces de resolver los problemas que generamos con ellos. Al respecto, proporcionaré algunos ejemplos que refuerzan lo que acabo de decir::
Ejemplo 1: Hace muchos años, en una luminosa mañana de abril le pregunté a un compañero de la facultad (de quien omito su nombre por razones obvias y al que aquí llamaré el Ajuates), que cuáles eran las razones por las que tuvo que repetir el penúltimo semestre de la carrera. El Ajuates respondió: “Es que el maestro me tenía mala idea”. Quizá esto fuera cierto, pero al Ajuates se le olvidó decir que nunca estudiaba, que iba a la escuela pero no entraba clases, que cuando ingresaba al salón era para dormirse y que en lugar de buscar bibliografía sobre Diseño de Investigación, prefería averiguar en qué "restaurante familiar" daban la mejor botana y a qué horas empezaba la hora feliz. Por tanto, el Ajuates, por burro cabezón, pero sobre todo por güevón, fue el único culpable de haber reprobado el semestre, aun y cuando el maestro sí le hubiera tenido mala idea. Ejemplo 2: En un periódico se critica a una administración municipal porque –dice la nota- “la ciudad se encuentra muy sucia, lo que evidentemente muestra la ineficiencia y mala fe de sus autoridades”. En primer lugar, de este juicio admonitorio se desprende la idea de que los integrantes del Cabildo y los funcionarios municipales todas las noches salen cargando bolsas con basura y riegan su contenido por toda la ciudad, lo que explica la inmundicia en las calles. En segundo, no queda duda de que dicho medio informativo no sólo es el “vocero de la sociedad colimense”, sino también su alcahuete, pues si la ciudad se encuentra sucia es porque algunos de sus habitantes suelen tener los hábitos del Ecoloco, y les viene valendo madres tirar en la vía pública botes de cerveza, envases de refrescos, bolsas de papitas, pañales sucios, etcétera. O sea, hello, periodistas piteros, las ciudades no se ensucian solas. Ejemplo 3: Un grupo de personas manifiestan su indignación porque en su colonia muchos lotes baldíos se encuentran llenos de maleza y se han convertidos en nido de alimañas, tepocatas y víboras prietas, lo que constituye un peligro para la salud de los propios vecinos, además de que estos lugares sirven de escondite a malvivientes que molestan al vecindario, “y la autoridad no hace nada al respecto”, dicen. Uno podría imaginarse que los quejosos están ciegos, mancos o carecen de alguna de sus piernas, pero no, “como pagan sus impuestos” (sic), exigen que las autoridades resuelvan un problema provocado por la especulación inmobiliaria, la irresponsabilidad de los propietarios de esos lotes, la escasa solidaridad y la nula organización de los vecinos para resolver un problema que los afecta de manera directa. Por eso, precisamente por eso, es posible afirmar que cada quien tiene las tepocatas que se merecen.
Ejemplo 4: “¿Y yo por qué?”, dijo alguna vez el entonces Presidente de la República, Vicente Fox, frase paradigmática del pendejo con suerte, y que no obstante haber sido pronunciada hace ya varios años, cada que la vuelvo a leer o a escuchar me deja absolutamente pasmado...

28 de enero de 2009

Consejos para desempleados

Según estadísticas de la UNESCO, en México diariamente salen a la calle cinco millones de personas para trabajar en los más inimaginables empleos, desde tragafuegos, pasando por limpiaparabrisas, vendedores de flores, magos, payasos, zanqueros, menesterosos pidiendo limosna, hasta antropólogos sociales ofreciendo ensayos sobre identidad cultural. Sin duda, dichas estrategias laborales de sobrevivencia tienen su origen en las graves condiciones económicas por las que transita el país. Pues a pesar de los discursos oficiales, lo cierto es que la estructura económica mexicana continua sufriendo para mantener una precaria estabilidad social. En Colima el problema del desempleo empieza a agudizarse. Basta que salgamos a hacer un mandado o a llevar alguna razón para observar en los cruceros a un ejército de hombre y mujeres (incluidos niños y niñas, ancianos y hasta discapacitados) desempeñando sus actividades en el comercio informal, buscando de esta manera poder obtener algo de dinero para llevar a casa.
A mi trabajo seguido llegan vendedores ofreciéndome desde la calculadora que habla, pasando por el reloj que mide la presión arterial, hasta la enciclopedia sexual ilustrada con localizador digital o el curso aquél cuyo tema central versa sobre la propuesta teórica de Francis Fukuyama. Sin embargo, como no suelo traer dinero ni me dan muchas ganas de compararles, mejor me pongo a platicar con ellos, e incluso hasta les doy consejos. Uno de mis preferidos es sugerirles que vayan a venderle sus productos a las personas que diario están tomando café en los portales. Porque si no les compran nada, al menos podrán enterarse de cómo pueden hacerle para vivir chingonamente, rascándose los güevos y hablando mal del prójimo.

Sobre la lectura

Daniel Pennac en su texto Los derechos imprescindibles del lector, nos comenta que, vista en su justa dimensión y con las excepciones que demanda la prudencia, es razonable profesar la idea de que a través de la lectura nos hacemos más humanos, es decir, que un lector perseverante será un espíritu libre, pero al mismo tiempo un espíritu solidario y respetuoso con quienes le rodean. Sin embargo, debemos tener cuidado en querer implicar con lo anterior que la gente que no lee es bruta por necesidad. En un contexto así la lectura se convertiría en una obligación moral que más tarde que temprano habría de desembocar en una práctica autoritaria donde alguien decidirá lo que debemos o no leer.
Por su parte, el antropólogo Néstor García Canclini ha señalado que vivimos en un mundo descuadernado, que provoca desencanto y escepticismo. Un mundo hecho con pedazos y sin continuidad histórica y que son los jóvenes quienes enfrentan esta circunstancia de manera más dramática, pues su vida transcurre entre la información y el entretenimiento inacabable, dentro de una realidad poco sistemática y ordenada. Su percepción es que los acontecimientos están desconectados y los saberes fragmentados. Son quienes estudian en fotocopias mal impresas que contienen capítulos aislados de obras completas, sin referencia bibliográfica alguna. Son esos mismos muchachos que Federico Campbell ha señalado que tienen todo el derecho a no leer, y no lo hacen porque ignoren las ventajas de la lectura, sino que integran una nueva generación a la que le resulta difícil comprender lo que leen porque son incapaces de representárselo. Pero también es cierto que frente a la complejidad de la realidad contemporánea, los adultos tampoco escapan a los novedosos retos que aquella les impone. En este sentido, la lectura ha perdido mucho de su carácter lúdico y placentero. Ahora se lee no para buscarle significados a los textos, tampoco para enriquecer el conocimiento. La mayoría de los lectores ‘modernos’ andan en busca de respuestas que iluminen cada una de sus existencias. Libros de autoayuda, libros de superación personal, libros para tener la capacidad de decir No, libros que ilustran sobre cómo satisfacer sexualmente a la pareja, libros para encontrar el camino de la paz interior. En fin libros-contestación. Libros que nos dicen cómo alcanzar nuestros propios objetivos y donde la solidaridad y la integración colectiva constituyen palabras que representan entelequias propias de un pasado lejano. Para los autores de estas obras el lector no es un individuo dueño de un repertorio de significados y representaciones simbólicas; es decir de una cultura que lo identifica y acerca con los demás. Desde su perspectiva, sus obras están dirigidas a consumidores en crisis, proyectos de individuos que estarán completos en la medida que, siguiendo sus consejos, se podrán integrar a la sociedad ‘global’ siendo hombres y mujeres exitosos.
Y por los tiempos que vivimos, ¿quién puede rechazar esa oferta?

Todo tiempo pasado fue anterior

Calzada Galván.
Qué tiempos aquellos...
Foto: Antonio Vallejo

24 de enero de 2009

23 de enero de 2009

Poema 12

No suelo leer poesía, así que no conozco muchos poetas. Sin embargo, tuve la oportunidad de acercarme a la obra del escritor argentino Oliverio Girondo y confieso que lo que leí me gustó mucho.
A continuación, Poema 12:
Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.

13 de enero de 2009

Alcance al post anterior

Por cierto, lo que se escucha en el video es un cover de la rola I Want You To Want Me de Cheap Trick, banda formada a principios de la década de los setenta del siglo pasado, pero que en Colima se conoció hasta los años ochenta por The Flame, rola fresísima pero indispensable en el repertorio de los incipientes dj colimenses.
Respecto a esta banda en wikipedia se comenta lo siguiente:
"Aparentemente su estilo era inocuo -una mezcla de hard rock y power pop- pero lograron influenciar a toda una generación de nuevas bandas que los mencionan siempre como una fuerte inspiración en su formación musical: Weezer, Pixies, Smashing Pumpkins y Fountains of Wayne entre otros. La clave de esto se haya especialmente en sus tres primeros discos, cuyas letras están llenas de un sentido del humor gamberro y ligeramente surrealista y una actitud que mezcla el inconformismo y la nostalgia adolescente a partes iguales. Son frecuentes las alusiones al sexo, al travestismo, al suicido, a la religión, la guerra y la prostitución, pero siempre en clave de humor".

12 de enero de 2009

Este video es la neta

El siguiente video está dedicado a los dos INTELECTUALES colimenses que ayer por la mañana se encabronaron conmigo porque se me ocurrió decirles que la película Rudo y Cursi se me hizo muy divertida y que el video donde Gael García interpreta a un cantante grupero estaba poca madre. A continuación la evidencia Ahora resulta que, según estos INTELECTUALES huizacheros, y aquí literalmente los cito, "una película es buena siempre y cuando logra hacer pensar al espectador o porque logra transmitirle un mensaje (sic). O sea, cine de denuncia, comprometido con los más pobres, todo lo demás es basura, cine comercial productor y transmisor de ideología imperialista y bla bla bla bla".
Y mientras ellos seguían con su pinche letanía, por dentro yo cantaba eso que dice:
Quiero que me quieras
Quiero que me adores
Quiero que me sientas
Me urge que me ames

11 de enero de 2009

Consejos prácticos para el crítico joven

1. Evita leer antes de emitir un juicio. 2. Nunca digas que un libro se “lee de una sentada”. Podría pensarse que lo leíste en las piernas del autor. 3. Cuando tengas que buscarle méritos a un libro inmundo, piensa en los pepenadores. Ellos encuentran joyas en la basura. Why don’t you? 4. Lucha por congraciarte con las grandes figuras, pero no amontones en media cuartilla veinte citas de Octavio Paz. Elimina dos. 5. Si empiezas a perder credibilidad, miente con más descaro. También el público es una ficción.
Tomado de: Enrique Serna, Las caricaturas me hacen llorar (Ed. Joaquín Mortiz, 1996).

10 de enero de 2009

Enemigos

Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos. Jorge Luis Borges

Colima, la tierra que nos mueve

30 de enero de 1973. Como era su costumbre, el profesor Jesús jugaba con sus imanes mientras nos tomaba el resumen. En esos momentos era Octavio quien recitaba de memoria el tema que nos habían dejado de tarea. En realidad todo el grupo escuchaba sin oír lo que decía nuestro compañero, pues estábamos más concentrados en repasar nuestra propia letanía que en reflexionar en las palabras que aquél pronunciaba . De pronto todo empezó a crujir, al tiempo que el suelo se movía bajo nuestros pies. Nos encontrábamos en el segundo piso de la escuela primaria Gregorio Torres Quintero y yo nunca había sentido un temblor. Mis recuerdos me remiten, primero, a los vanos intentos del profesor Jesús por impedir que saliéramos del salón de clases y, segundo, a la increíble experiencia de haber observado -al tratar de bajarla- cómo se movía la serpiente en la que se había convertido la escalera. Entre el caos posterior al sismo, aún evoco la tranquilidad que me invadió al ver la cara de mi padre entre la multitud histérica. Ignoro cuánto tiempo pasó entre el terremoto y su llegada a la escuela, lo que sí tengo presente, y aún me altera, es recordar la imagen de los escombros en los que se había convertido una de las torres del templo de La Salud.
***
La realidad y la nostalgia. Colima me duele y una parte de ella más todavía, pues los recuerdos más felices de mi infancia tienen como escenario el barrio de la Sangre de Cristo. Fue por eso que al día siguiente del aciago suceso lo recorrí ansioso, sólo para darme cuenta que la realidad, esa que observé llena de escombros, polvo y tragedia, es peor que la nostalgia colmada de alegrías sin motivos aparentes, de futbol callejero, de vagancias inconcebibles y de castos amoríos infantiles. Me lastimó mirar las ruinas que la naturaleza nos dejó, pero me dolió más haber observardo que ese espacio urbano (mi espacio fundacional) haya sido golpeado de la manera tan violenta como lo hizo el terremoto, tanto que su desaparición me hace temer que su misma inexistencia me llevará al olvido o me impedirá evocar con certeza mi propia biografía. Ya lo dijo el premio Nobel colombiano “La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Por eso, porque las calles recorridas infinitamente en mi bicicleta rodado catorce, porque las paredes que nuestra imaginación convertía en porterías, porque las casas de las amistades infantiles y porque el castillo donde habitaba la princesa protagonista de mis propios cuentos, son parte de un paisaje entrañable para mí.
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19 de septiembre de 1985. A las nueve de la mañana tenía que estar en una reunión de trabajo en las oficinas del INEA de Manzanillo. Estaba terminando de asearme cuando creí escuchar que tocaban la puerta. Como mi padre se encontraba en casa, supuse que él abriría; sin embargo, el sonido era cada vez más fuerte y algo en el ambiente resultaba extraño: eran las 7:19 y estaba temblando. Corrí buscando la salida pero recordé que mis hermanas se encontraban aún dormidas. Me regresé por ellas. Llegué a su habitación sólo para ver cuando huían despavoridas. Yo también busqué escapar. Mi padre ya estaba en la puerta y ahí nos colocamos los cuatro. El movimiento era terrible. Impresionado pude observar cómo el agua de la pila que se encuentra afuera de la iglesia de la Sangre de Cristo se salía con una violencia extraordinaria. Ya nomás cerré los ojos. Cuando el sismo había concluido, pensé en mi madre que se había ido al mercado. Fui por ella. Al llegar a la esquina de Guerrero y Emilio Carranza la visión que tuve fue terrible: gente corriendo, gente llorando, gente rezando, pero sobre todo polvo, mucho polvo en el ambiente. Me dio la impresión que veía una escena de alguna película de guerra. Momentos después, y de cualquier forma, me fui a Manzanillo, estando allá me enteré de la desgracia ocurrida en la ciudad de México. Asombro, tristeza, pesar…
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09 de octubre de 1995. Carlos pretendía convencernos de la necesidad de agregarle ciertas actividades al programa de trabajo diario de los instructores comunitarios de nivel preescolar. Mientras exponía sus argumentos, la luz de la lámpara parpadeaba de manera casi imperceptible. Segundos después otra vez el ruido y de nuevo esa sensación de vacío en el ambiente: estaba temblando. Todos nos cubrimos bajo el marco de una puerta. Nunca había sentido que el piso se desplazara de la manera como ocurrió esa vez, eran intensos movimientos circulares. Al mismo tiempo oíamos gritos, vidrios que se quebraban, maderas que crujían, paredes que tronaban. Parecía que todo había concluido y corrimos tras la salida. Los demás compañeros de la delegación se encontraban en el patio central del edificio. Cuando nos les unimos la tierra aún seguía meneándose. Por fin, Colima dejó de moverse y de inmediato fui al colegio de Iván. Al encontrarlo éste me recibió emocionado comentándome: –Papá, el simulacro nos salió bien chido. Al siguiente día Víctor, Ramiro y yo, hicimos un recorrido por la costa colimense, zona que había sido la más afectada por el sismo, para revisar el estado que guardaban las aulas del CONAFE. En la localidad llamada El Charco sucedió un milagro: por ser lunes, debido a las complicaciones para transportarse a ese lugar, la instructora impartía sus clases por la tarde. De acuerdo a las características de la educación comunitaria su grupo era de los más nutridos en todo el estado, treinta niños asistían al preescolar y treinta y un vidas se salvaron por ese circunstancial cambio de horario, pues el edificio donde se desarrollaban las actividades escolares se había colapsado en segundos. Nunca habrían podido salir de esa trampa. Ésta hubiera sido una tragedia mayúscula entre todo el drama que de por sí ya se vivía en nuestro estado.
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Signos de identidad y las marcas de los daños. El Independiente es el equipo de futbol del barrio de la Sangre de Cristo y el Imperio es la oncena representante del barrio de El Refugio. Entre ambos ha existido una rivalidad que, no obstante que poco a poco se ha ido diluyendo, en mi infancia, proporcionaba signos de identidad a sus integrantes. Como miembro de los diablos, todavía me tocó escuchar que me hablaran del amor por la camiseta, de la importancia de vencer al acérrimo rival y, por el contrario, de lo indigno que resultaba una derrota frente a ellos. Los juegos entre ambos equipos eran motivo de comentarios periodísticos (notas previas destacándolo y crónicas puntuales al día siguiente de la gesta deportiva), además de tribunas llenas en el lugar donde se desarrollara el partido. En su momento, en un Colima aún con fuertes características bucólicas, provincianas y carente de diversiones de fin de semana, el clásico futbolístico entre el Independiente y el Imperio era un verdadero acontecimiento. Los archivos hemerográficos dan cuenta de ello. Acudí a estos dos equipos de futbol por el arraigo social incuestionable que tienen en Colima. Son representantes deportivos de viejos barrios colimenses y ambos constituyen signos de identidad social para los vecinos que los habitan. Es este Colima uno de los más afectados por el terremoto del 21 de enero y sus habitantes son colimenses que ya tienen su vida marcada por los daños que la naturaleza dejó. La Sangre de Cristo y El Refugio, son dos barrios-símbolos, elementos de un paisaje urbano que ahora ya no es. Es en ese contexto, más allá –reitero- de los lamentables daños materiales y humanos que hemos padecido, por lo que me duele lo que le ha sucedido a esta zona de mi ciudad. Porque siento que una parte de la historia y la cultura de Colima ha sido castigada sin motivo alguno. Porque cómo le vamos a hacer para volver a ella y cómo le haremos para reconstruirla. Quizá tendremos la capacidad de volver a levantar las viviendas, pero quién se encargará de recuperar nuestra memoria y nuestros mejores recuerdos.
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21 de enero de 2003. Antes de meterme a bañar me entretenía viendo un programa de televisión de los años setenta. Como otra veces oí el ruido característico de las paredes que crujen y de nuevo la sensación de vacío en el ambiente. Otra vez volví a correr buscando la salida, pero al llegar a la puerta me acordé que estaba desnudo. -Aún en estas circunstancias uno debe guardar la vergüenza-, pensé. Por lo que me regresé a buscar un short para poder salir a la calle. Sin luz y con la adrenalina circulándome a cien por hora tomé un pantaloncillo y regresé a la puerta, antes de abrirla traté de ponérmelo pero nunca pude lograrlo: la pared me empujaba cada que me recargaba en ella. Me dije que tenía que aguantar el sismo ahí mismo. Nunca había sentido tanto miedo como ese martes fatídico, el temblor aumentaba de intensidad y parecía que no iba a terminar. No podía sostenerme. Quise acordarme de Dios y no pude. Quise rezar y no me acordé de nada. Un ¡ínguasumadre! fue la única frase que salió de mi boca, y ésta la repetí una y otra vez, aún minutos después de que el sismo había concluido. A las diez de la noche supe que mi familia estaba bien y eso me tranquilizó. Fue, sin embargo, al siguiente día cuando reconocí la dimensión de la tragedia. Suspiré por mi barrio y su gente, y la nostalgia se me vino encima. Por eso escribí esto, nomás para ver si me acordaba de algo. Entonces se me vino a la mente una imagen: sentado detrás de su escritorio, el profesor Jesús jugaba con sus imanes, como acostumbraba a hacerlo mientras nos tomaba el resumen. En esos momentos era Octavio el que recitaba de memoria el tema que nos habían dejado de tarea…

8 de enero de 2009

Críptico

Ya no me queda la menor duda:
ALGUNOS NO RAZONAN, CREEN

Debate público

El lector podrá dudar de lo que digo, pero le puedo asegurar que contrario a lo que señala el conocimiento vulgar, se han encontrado múltiples evidencias de que en el mundo antiguo la tradición del debate público, y más concretamente del uso público de la razón, era una práctica recurrente en las culturas orientales, tanto en la India como en Asia del este y sureste. Así, era de lo más común que los lunes, si no llovía, se reunieran grupos de intelectuales budistas a deliberar sobre asuntos seculares y religiosos. Ahí se discutía sin violencia y sin animosidad verbal. Y esto es lo que más llama la atención: el grado de civilidad que habían alcanzado, pues cuando no eran posibles los acuerdos, los participantes no se violentaban ni se andaban sacando los trapitos al sol en los periódico (sobre todo porque éstos aún no se inventaban). Incluso, según consta en un montón de papeles viejos que fueron encontrados todos hechos bola en la famosa cueva de Ta'wabia, cuando estos pensadores debatían y se hallaban de pronto en un callejón sin salida, acudían con el monje más anciano y éste, entre bostezos y quitándose las lagañas, preguntaba a los asistentes: ¿Kaif takool thalik bilarabia?, que más o menos quiere decir “¿Cómo ven, le seguimos de hoy en ocho?”. Si la respuesta era positiva, la discusión continuaba el lunes siguiente. Si decían que no, entonces cada quien se quedaba con sus propias ideas.

Muchedumbres virtuosas

Pese a la intensa labor que las instituciones, funcionarios, artistas, intelectuales y algunos promotores realizamos con un entusiasmo digno de admiración (o siquiera de una beca o la aprobación de un proyectito), no hemos podido lograr que la gente deje de pensar que los eventos culturales sólo sirven para alimentar los delicados espíritus de personas notables y de uno que otro cadáver exquisito. Por eso, no debe extrañarnos que el éxito de un conferencista no esté fundado tanto en la genialidad de sus ideas, como en la lealtad que su círculo de amigos le haya demostrado al estar todos presentes en su disertación. Uno quisiera que llegara el día en que los recintos donde se desarrolla alguna actividad cultural fueran una especie de Alhóndigas de Granadita cuyas puertas están a punto de caer debido a la muchedumbre frenética que ya le anda por entrar a escuchar la conferencia del día.

6 de enero de 2009

Generaciones de furtivos

«El hombre es una pasión inútil», reflexionaba un joven francés de apellido Sartre, en el desolado ambiente europeo de la posguerra. Desde entonces, pareciera que el desencanto rige la percepción y el ánimo de las culturas juveniles. El escritor Jack Kerouac definió con exactitud esa insatisfacción y lo hizo con tanta profundidad que su razonamiento aún se encuentra vigente: «... somos una generación de furtivos, una especie de ya no poder más y una fatiga de todas las formas, todas las convenciones del mundo. Así es que creo que somos a beat generation, una generación exhausta, golpeada, engañada, derrotada». (José Agustín, La contracultura en México, Ed. Debolsillo, 2004) Existencialistas, beatniks, pachucos, rebeldes sin causa, hippies, pandillas, punks, cholos, bandas y tribus urbanas, fueron y son algunas de las expresiones contraculturales que han surgido como oposición a un discurso público que hace énfasis en las apariencias y oculta lo que es evidente. El cornezuelo del centeno. Experimentando con los alcaloides del cornezuelo de centeno, el doctor Hofmann y un colega, descubrieron la dilatilamida del ácido lisérgico, al que nombraron LSD25. Un día, Hofmann empezó a sentirse extraño y antes sus ojos apareció una especie de «juego calidoscópico de colores». Hofmann fue el primer piloto de un viaje que luego se conocería como sicodélico. Los hippies eran muy afectos a ellos, como estos vales querían hablar con Dios sin intermediarios, además de LSD, se metían peyote, mota, semillas de la virgen, mezcalina, benzedrina, dexedrina, metedrina y todo alucinógeno que les permitiera también cumplir con la conocida sentencia Turn on, tune in, drop out. Literatura provocativa. En su momento, los beatniks andaban tras la creación de una literatura provocativa, que definitivamente tocara fondo. Para «facilitar» este proceso el joven yonqui Allen Ginsberg gentilmente les sugirió a sus amigos hacer uso de algunas drogas con las cuales podrían encontrar nuevas formas de vivir y de «convertirse en grandes escritores». Así que le tupieron duro a las anfetaminas, la morfina, el opio, la marihuana, el alcohol y al mexicanísimo peyote. El propio Kerouac decía al respecto: «me gusta estar hasta la madre cuando se trata de estar hasta la madre». Saben quién eres. «No hay futuro... Cuando no hay futuro, ¿cómo puede haber pecado», les gritaba salvajemente el vocalista de los demoledores y explosivos Sex Pistols, Johnny Rotten, a todos aquellos que tenían la paciencia y el oído suficientemente macizo para escucharlos. Atrás había quedando la romántica época del Peace and Love, y ésta era sustituida por una honda desconfianza juvenil hacia el sistema: «Si sientes que alguien te sigue no es que estés paranoico, sino que ya saben quién eres», rezaba una de las frases más representativas de este denso periodo. Los punketos estaban asqueados de la familia, la religión, la escuela, el gobierno y todo lo que oliera a institucionalidad. Mientras declaraban que el amor era un «sentimiento bajo», se inyectaban heroína y tomaban todo tipo de fármacos, acompañándolos con alcohol, pues para ellos la vida no valía la pena. Con todo, pienso que en la actualidad quienes consumen drogas -sin importar la edad, el género o clase social- no quieren estimular sus sentidos, sino más bien de apendejarlos.

4 de enero de 2009

Fascinación enmascarada

El periodista estadounidense Pete Hamill, se sintió fascinado por lo que observó en el banquete que el gobierno del entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado, ofreció a los deportistas mexicanos. En su crónica, Hamill señaló: “Y pensé: qué maravilla es México. Es absolutamente imposible imaginar semejante escena en cualquier lugar del mundo ¿Acaso el servicio secreto de los Estados Unidos permitiría que el dignatario de ese país departiera en un salón donde al menos nueve de los invitados llevaban máscara?... Pero ahí estaba el presidente de México y, a su derecha, los hombres llamados Blue Demon o el Hijo del Santo o Mil Máscaras, y nada parecía más normal”.
Un verdadero clásico. Según el escritor Juan Villoro, a través de su filmografía Santo, el Enmascarado de Plata le aplicó una quebradora a la estética, y logró que lo pésimo se volviera clásico. Dicha opinión la comparten algunos críticos de cine, aunque difieren cuando aseveran que la llave que este héroe de carne y hueso le aplicó a la estética, no fue la quebradora, sino la desnucadora, pues la delirante cinta Santo vs. las momias de Guanajuato es considerada la peor película jamás filmada en la historia de la cinematografía nacional.
Santo, profesional de la sangronería. -Virginia: Santo, habla Virginia, estamos en apuros, han herido a Fernando y han asesinado a dos mujeres… Estamos en el hotel Teocali. -Santo: Tendré que cumplir un compromiso esta noche, después saldré para allá. -Virginia: Gracias, Santo. -Matías (el mayordomo): Llegó la hora de salir para la arena, señor. -Santo: Sí, Matías, después de esta lucha vendrá otra más difícil… La del crimen. (Santo en el Hotel de la Muerte, 1961)
Bestiario santofóbico. Santo luchó –y triunfó, of course- contra múltiples y exóticos enemigos, por ejemplo: brujas, hombres lobos, cazadores de cabezas, mujeres vampiro, jinetes del terror, momias de Guanajuato, asesinos de otros mundos, bestias del terror, cerebros del mal, zombis, hombres infernales, cerebros diabólicos, reyes del crimen, marcianos, villanos del ring, profanadores de tumbas, karatekas, asesinos de la TV, estranguladores y personajes de la talla de Frankenstein, el Dr. Muerte, el barón Brácola, la Llorona, el Dr. Toicher, el Dr. Karol y el mismísimo Drácula, fueron algunos de esos representantes del mal, quienes para vencer al Santo utilizaban los más absurdos y descabellados adminículos, a saber: un violín infernal cuyas cuerdas ahorcaban a su intérprete; una lámpara que producía un sonido insoportable y hacía perder la razón a quien la escuchara; una pintura macabra que le sacaba un tremendo susto a todo aquel que la observara; y una peluca maligna que frecuentemente estrangulaba a su usuaria, como afirma Álvaro A.Fernández Reyes, en su libro titulado Santo, el Enmascarado de Plata: mito y realidad de un héroe mexicano moderno (El Colegio de Michoacán/Conaculta, 2004). En esta obra el autor, entre otras, se plantea la siguiente interrogante: ¿cuáles serían las condiciones sociales, sicológicas, antropológicas, incluso políticas que operaron en la cultura mexicana, para que un hombre enmascarado se volviera un icono popular y él mismo fuera construyendo su propia leyenda? Su reflexión lo lleva a especular que Santo, el Enmascarado de Plata nace como mito en los momentos en que la sociedad mexicana se encontraba en franco proceso de modernización, dejando paulatinamente su pasado rural. Por lo tanto considera al luchador como un símbolo que engarza al pasado con el presente y a éste con el futuro al vincularlo con novedosas tecnologías (bastaría con recordar el microradio transmisor-receptor X-ALFA, cuya inexistencia le proporcionaba una atmósfera inverosímil que al mismo tiempo amplificaba al mito enmascarado).
Fin angustioso. -Santo: Tengo que mantenerme alerta y salir de aquí, estoy siendo objeto de una seducción infernal” (Atacan las Brujas, 1964)

La noche punketa

En la década de los ochenta, los punk pintaron su raya al apostar por la provocación y el escándalo. Alejados del consumo masivo y de las prácticas culturales dominantes, se volvieron viajeros sin un itinerario concreto. Al ritmo de los Sex Pistols, los punk hicieron de la noche su refugio. Y de la marginalidad, de las drogas fuertes, del destrampe sexual y de la marranez, obtuvieron los elementos básicos de su identidad cultural.
1:42 A.M. En algún lugar de la ciudad: “Nos retiramos a dormir con la banda, éramos 13 (4 mujeres y 9 hombres). Nos repartimos los lugares. El Gato se quedó en medio de todos con la Negra, la Rules a un lado de ésta y junto al Domis. El Soner se quedó con su novia (la Yegua) en un extremo de la cama y los demás nos repartimos como mejor nos acomodamos. Después llegó la chava que le dicen la Noche hasta atrás de ‘chemo’; nadie le hizo caso, se acostó y empezó a dormir. Los jadeos y quejidos llamaron mi atención, en medio de la cama estaba la Negra y el Gato haciendo el amor, y los que estaban a su lado se hacían disimulados. Al poco rato, el Track empezó a darle de putazos al Domis, porque éste se quería coger al Joto. La Noche, ya en el ‘bajón’, tenía frío y se fue acercando cada vez más al grupo, quedó junto a mí, me abrazó, la abracé. Intercambiamos besos de ‘chemo’ con alcohol y esperamos a que amaneciera…”
La densidad de la noche. En la actualidad, nuestra ciudad vive todos los días una densidad cultural que define la noche. Tras la fiesta, la banda sigue trippeando entre cervezas y los gallitos que agonizan en los dedos juveniles del suertudo que podrá darse el último tanquecito. En el ambiente se perciben los fuertes lazos de amistad que unen a los presentes. Esa es la verdadera karnalidad, la de las confidencias y complicidades, pero también la del silencio cuando así se requiere.

Ciudad, cultura urbana y espacio público

Según el arqueólogo e historiador Azzedine Beschanouch, quien actualmente se desempeña como adjunto del subdirector general de la UNESCO para la Cultura, las ciudades deben disponer de espacios para el diálogo y las relaciones mutuas, puesto que la cultura urbana es una creación colectiva y los encuentros entre individuos diferentes son su fundamento. En un contexto como el actual, en el que la tan mentada globalización ha venido produciendo una multiplicidad de relaciones culturales, el problema básico, según Beschanouch, consiste en saber quién debe garantizar el debate y el diálogo públicos, ya que sólo con ellos se podrá consolidar la creatividad colectiva y la vitalidad cultural. Lo que estaría en juego, entonces, sería el fortalecimiento del espacio público como punto de convergencia de personas que representan cada una de ellas distintas preocupaciones: desde aquellos que debaten sobre cuáles deberían ser los objetivos de la sociedad local o cuál debe ser el papel del Estado, hasta quienes expresan sus inquietudes respecto a cuáles serían las responsabilidades del ciudadano en aras del bien común.
La violencia urbana. Con base en lo anterior, el funcionario de la UNESCO reflexiona sobre el tema de la violencia urbana afirmando que ésta ha ido creciendo de manera sostenida en todo el mundo, no obstante que en algunas regiones dicho incremento es más acentuado que en otras. Entonces Beschanouch se pregunta: ¿la violencia urbana (asesinatos, asaltos, agresiones y violencia en el seno de la familia) es un fenómeno cultural? El arqueólogo empieza argumentando que las ciudades no engendran violencia sino que ésta es producto de la pobreza, la exclusión política y social, pero sobre todo de la desigualdad económica. Son estos factores los que repercuten de manera negativa en contra de la solidaridad, la cual habría permitido a los habitantes de una ciudad a vivir pacíficamente. La insuficiencia de ingresos, la estrechez y precariedad de vivienda y la ausencia de ayudas sociales suelen ser el origen de tensión y discriminación social. Sumémosle a lo anterior, la frustración que genera la ostentación del lujo que a través de la publicidad se transmite en los medios, la opresión aplicada a determinadas identidades culturales, el racismo o la propia discriminación que generan los estereotipos sociales. Todo ello, sin duda, habrá de generar violencia.
Ciudades y calidad de vida. Beschanouch nos proporciona otro dato interesante que nos ayuda a tratar de entender el origen de la violencia urbana. Éste hace referencia a la calidad de vida en las ciudades, la cual está íntimamente vinculada con el control informal de los lugares públicos y con la definición de quiénes tienen derecho a usarlos. Distintas investigaciones han demostrado que el nivel de delincuencia en el medio urbano está relacionado con cambios en la disposición espacial de las ciudades que dan pie a la segregación social y geográfica. El ejemplo más común de ello es cuando se “empuja” a las clases trabajadoras hacia la periferia, mientras la clase pudiente se apropia del centro de las ciudades. O también con la construcción de conjuntos residenciales aislados por muros y con sistemas de seguridad privados.
Temor a lo cotidiano. La violencia la evocamos todos los días a través de relatos, comentarios o chistes, lo que contribuye a magnificarla. La gente que tiene los recursos para hacerlo reacciona frente al miedo asegurándose de medios y agentes de seguridad privados o replegándose a las zonas residenciales amuralladas que habitan. La calle se la van quedando quienes tienen menos posibilidades económicas: “los sin techo y los hijos de la calle”. El miedo a la violencia ha acentuado los prejuicios, la distancia y la exclusión de todo lo que es diferente. En EEUU –señala Beschanouch- la política del temor cotidiano constituye una verdadera amenaza para la cultura pública. “La tensión, la discriminación y la sospecha son los nuevos signos de las relaciones públicas”, afirma.

La sombra de Dionisio

El espíritu de nuestra época se encuentra marcado por una visión dionisiaca de la vida y aunque lo trágico es impensable, debemos sin embargo pensarlo. Y a pesar de que no nos atrevemos a hablar de lo que nos provoca miedo, es necesario reflexionar en lo cotidiano porque en ese ámbito se vive realmente el sentimiento trágico de la vida, como lo afirma el sociólogo francés Michel Maffesoli, quien por cierto es santo de mi devoción. No obstante lo anterior -y por paradójico que parezca- de lo cotidiano sólo se recuerda lo anecdótico y lo superficial, porque el interés ya no tiene un centro fijo, éste se mueve constantemente de la música, a la moda, luego al imprescindible llamado del gimnasio, después a la reunión con los amigos, más tarde a cumplir con la conciencia ecológica que demanda solidarizarse con Greenpeace para que saque a la ballena pendeja que se quedó varada en la playa por quién sabe qué razones.
Nuevos mestizajes, nuevos sincretismos religiosos, nuevas filosofías de la vida. Todo se revela frente a nuestros ojos y, por lo tanto, todo es interesante. Así, la vida se ha convertido en una serie de instantes eternos a los cuales hay que sacarle el máximo goce. Véanse si no las narraciones minimalistas expresadas en los videoclips, o la publicidad vertiginosa, o el zapping que nos convierte por unos momentos en amos del universo televisivo (¿o será mejor decir televisado?), o los juegos por computadora, o el maldito Game Boy SP convertido ya en Game Boy DS (evolución tecnológica que, vale decirlo, le proporciona a la tarjeta de crédito varios madrazos, tal como si hubiera estado en Manzanas el domingo pasado). Si el drama moderno se definía por el optimismo de la totalidad individualista, la tragedia de la posmodernidad se encuentra en la “pérdida del pequeño yo, en un sí vasto: la alteridad”. Sentimiento que empuja hacia los otros, hacia aquellos que estaban “encerrados en la lejana soledad de su identidad”, dice Maffesoli.