30 de abril de 2009

Mmmhhhh...

"A veces un hombre inteligente se ve obligado a beber para poder pasar tiempo con los tontos"
Ernest Hemingway

29 de abril de 2009

¿Te gusta lo que te pica?

Juan Villoro afirma que cuando hacemos algo a valor mexicano, significa que eso que realizamos lo hicimos “con muchas molestias y ninguna racionalidad”. El principal rasgo de esta conducta –continua diciéndonos el autor de Los once de la tribu- de este masoquista sentido del honor, se manifiesta en nuestra compulsiva afición por comer chile. Y esta inclinación gastronómica la hemos llevado a tal extremo que “hemos hecho de la diarrea una forma de patriotismo”.
Así las cosas, esta afición por consumir chile en cantidades industriales es ya un rasgo inequívoco de nuestra identidad nacional, tanto así que para algunos mexicanos el hecho de que un compatriota reconozca que tal o cual comida está picosa, puede ser considerado como una traición a la patria. De hecho, dice Villoro, hasta el día de hoy no se tienen noticias de que algún “mesero [haya sido] capaz de advertirle al comensal que la boca se le va a incendiar”.
De alguna manera, a nuestro excesivo gusto por lo picante los mexicanos lo hemos venido convirtiendo en una suerte de integrismo cultural, en la medida que consideramos que como padres es nuestra responsabilidad inculcarles a nuestros hijos el gusto por todo lo que pueda enchilarlos. Por eso, la creatividad mexicana le ha dedicado algunas horas a la invención de prodigios tales como el Pelón Pelo Rico, “muñeco al que se le presiona un conducto para que le crezca una melena de tamarindo con chile. Esta pedagogía del ardor avanza hasta la graduación en la que el discípulo ya no sabe si le gusta lo que le pica o le pica lo que le gusta”.
En este mismo tenor, cabe señalar que nuestra proverbial falta de disciplina no se debe a que seamos relajientos, sino porque siempre estamos demasiado enchilados como para poder concentrarnos.
Así, la ardiente felicidad que nos provoca el comer chile, deriva en una cultura del picante, en la cual el placer y el castigo son términos equivalentes: “¡Está sabrosísimo!, dice el doliente a quien el chile le saca lagrimones”.
Por eso, no debiera extrañarnos el hecho de que disfrutemos sufriendo o que los triunfos los consideremos como derrotas; sobre todo, porque vivimos en una nación “donde los mariachis interrumpen sus canciones cuando llega el vendedor de toques eléctricos y los contertulios se toman de las manos para compartir descargas. La dicha mexicana será dramática o no será”, concluye Villoro.

28 de abril de 2009

La Chispa Adecuada

Ustedes habrán de disculparme, pero a mí esta foto me gusta un madral. O sea...

En el jardín Libertad

¿Esos "35 años de lucha contra la pobreza en México" hablan de persistencia y tenacidad o de necedad e ineficiencia política? Y es que conociendo cómo se las gastan los líderes antorchistas, quienes suelen acudir a prácticas políticas retrógradas, corporativas y manipuladoras, no dudo que se podrán pasar otros cien años luchando contra la pobreza, sólo para no perder su derecho a seguir administrando la franquicia en que han convertido a esa organización priista.

- ¿A poco no me quedó chida la escultura, m'ija? Nomás clávate en la textura.

Sombra pinche

Pinche sombra

¿Gallo, gallina, pato, perico o qué chingados, pues?

Cinéfilo en apuros

Hipotéticamente, cuando una persona decide ir al cine, de antemano ha resuelto destinar por lo menos una hora y media de su tiempo para estar sentada mirando y oyendo una historia. Quien va al cine, por lo tanto, debería tener claro que en ese tiempo no hará nada, absolutamente nada, tan sólo ver una película. A continuación, pues, hablaré –mal, por supuesto- de todas aquellas personas que van al cine a hacer cualquier cosa menos a observar la película que eligieron. Y para hacer más claro el tema que nos ocupa, expondré brevemente un marco histórico de referencia sobre el cine en Colima.
Quizá pocos lectores recordarán que hace más de treinta años existía en nuestra ciudad el Cine Juárez, el cual se encontraba ubicado en el cruce de las calles General Núñez y Guerrero (para más señas diré que en la actualidad en este lugar se encuentra un estacionamiento), hasta que tuvo que ser derruido por los daños que sufrió con el temblor del 30 de enero de 1973.

Cine Juárez
El asunto es que, por aquellos años, las funciones eran de tres películas cada una. Como podrán imaginarse, aquello era un verdadero maratón cinematográfico. Pero también es obvio que esta circunstancia, de suyo sedentaria, provocara ciertos índices de fastidio en la concurrencia, pues aunque pasaban muchas películas de la llamada época de oro del cine mexicano, algunas, como decía mi abuela, serían de oro… pero de oro de corneta.
Debido a lo anterior, eran muy festejadas las exclamaciones de quienes habiendo llegado tarde vociferaban desde la puerta de acceso a la sala: “¡Ya llegué, cabrones!”. Grito que los alborozados asistentes respondían con festivas y francas mentadas de madre. Cabe señalar, también, que por la calle General Núñez había una puerta de lámina y era común que algún transeúnte ocioso la golpeara, sacando de su letargo a los espectadores, haciendo que éstos brincaran de sus butacas - o de sus bancas- según fuera el caso.
De igual forma, las mamás iban a estas funciones cargando unas inmensas canastas y en los espacios entre película y película aprovechaban para darles de cenar a sus hijos. Esta práctica provocaba otra diversión: como los niños suelen comer como pericos, dejaban en el suelo el reguero de comida, por lo que las ratas acudían también a cenar corriendo entre los pies de los cinéfilos, quienes entre gritos avisaban a los demás que los roedores andaban haciendo de las suyas. Había otras diversiones, pero por cuestiones de índole moral prefiero no hablar de ellas.
Con todo, huelga decir, pues, que el público de ese entonces se pasaba casi cuatro horas arranados en sus asientos, por lo que se explica el relajo señalado.
Hoy, sin embargo, las funciones solamente son de una película y no obstante ello mucha gente hace cosas extrañas e incomprensibles en plena función. Por ejemplo, cuando fui a ver Matrix Reloaded, mientras se desarrollaba una una escena en la que Neo se está madreando al guardián de la Pitonisa, cuando de pronto suena un teléfono. De inmediato el dueño del aparato se pone a hablar a gritos y es entonces cuando toda la concurrencia puede escuchar que a este pendejo su mujer le dio dinero para que fuera al mandado y en lugar de cumplir con el encargo mejor se metió al cine:
—Sí, ya mero llego a la casa, es que había mucha gente en las verduras—, alcanzó a decir el muy sinvergüenza y mentiroso.
Al rato, un grupo de muchachos, que seguramente iban saliendo de la escuela puesto que aún traían sus mochilas, empiezan a hacer su desmadre. De pronto uno de ellos se pone a gritarle a como desaforado a uno de sus compañeros:
—¡Ese mi Flanax, lánzate por las palomitas. Dijimos que el que la tuviera más chiquita las iba a disparar!—.
Como el Flanax se niega a pagar la apuesta, entonces empiezan a gritar: “¡Bolita, bolita, bolita!”. Y le hacen bolita al pobre Flanax. El público molesto les solicita que guarden silencio, pero sobre todo que guarden la compostura. Entre risas todos se callan.
Pero el colmo fue que, mientras Morpheus se peleaba contra un agente arriba de un tráiler en movimiento, empezaron a patearme el respaldo de mi asiento. Fastidiado me volteo a reclamar.
Debo decir que la escena que observé me resultó irritante por la pasión abiertamente pornográfica que destilaba: una pareja de jóvenes estaban fajando durísimo. No pude evitarlo y les dije con firmeza:
—Oigan, ya párenle. En lugar de dar estos espectáculos, mejor váyanse a un motel —.
Fue la muchacha, que al parecer era la que llevaba la iniciativa, la que cínicamente me respondió:
—¿Y a usted qué le importa, viejo metiche?—.
Me salí de la sala decidido a no volver nunca más a una sala de cine y desde entonces veo películas en mi casa, aunque en ella no cuente con aire acondicionado ni pantalla gigante no sonido envolvente ni deliciosas gusgueras (vgr. Pon Pons).

24 de abril de 2009

Haciendo cola

Mi relación con algunos empleados bancarios ha sido por decirlo de alguna forma, contrastante. Por un lado, tengo la impresión de que estas personas piensan que quienes asistimos a dichos establecimientos somos inmensamente felices mientras esperamos que nos atiendan y por eso utilizan una y mil artimañas, con el objeto de retrasar nuestra llegada a las ventanillas.
Es por eso que, mientras esperamos gozosos nuestro turno, veremos que el empleado que se acaba de desocupar se levantará de su lugar y se irá a quién sabe dónde; o tal vez se pondrá a revisar quién sabe cuánta cosa; o habrá de entablar sabrosa platica telefónica con quién sabe quién, todo con tal de no atendernos y así podamos seguir disfrutando los placeres que nos proporciona hacer cola por horas interminables. Por mi parte, y al ver todo el esfuerzo que el personal bancario hace para que sus clientes podamos seguir felices de la vida aguardando nuestro turno en la fila, quisiera desde aquí decirles lo siguiente: -Gracias, muchísimas gracias, hijos de su…-
Moroso. Ahora bien, los que de plano no tienen a quien festejar el diez de mayo, son los empleados del banco que nos llaman todos los domingos, a partir de las seis de la mañana, con el objeto de recordarnos que “tenemos un adeudo y que por favor pasemos a pagar lo más pronto posible o la ira de Dios caerá sobre nosotros”. Lo peor, sin embargo, es que, luego de hacernos sentir como si nos hubieran sorprendido preparando nuestra huída, todavía se atreven a preguntar: “-¿Me podría decir por qué no ha realizado su pago?”
Banca voraz. El 3 de febrero de 2005, el entonces senador Oscar Cantón Zetina, hizo uso de la tribuna para denunciar los abusos sistemáticos que la banca comercial realiza desde entonces contra los usuarios de sus servicios. Entre otras cosas, dijo que «La falta de compromiso de la banca con el país es evidente, sólo les interesa la utilidad ventajosa, pues además de disparar los precios de sus comisiones, focalizó su prioridad crediticia en el consumo, con un claro desdén al apoyo que requiere la actividad productiva».
Cáigase con la comisión. Han pasado más de cuatro años desde que Cantón Zetina presentó su denuncia y sin embargo las cosas siguen igual, o tal vez peor.
En la actualidad, los usuarios de los servicios bancarios tenemos que pagara comisiones por consultar nuestro saldo; por retirar efectivo; por cambiar nuestro NIP; por haber bajado el mínimo requerido por la administración de la tarjeta; por abrir una cuenta; por cerrarla; porque no ha llovido; por la anualidad; porque está nublado; por reposición de tarjeta; porque ya llovió; por haber solicitado una tarjeta adicional; por usar el dinero plástico; por no usarlo; por quejarse ante el banco y emitir una reclamación improcedente; y recientemente se añadió una comisión más: por intentar sobregirar la tarjeta. Los usuarios, en todo caso, nos vemos obligado a pagar por un servicio donde lo menos importante somos nosotros mismos.
Las letras chiquitas. Por su parte, al comparecer ante la Comisión de Hacienda del Senado de la República, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, dijo que resulta imposible fijar topes a las comisiones bancarias, pues en caso de que esto sucediera, posiblemente los bancos cobrarían más por otros servicios no regulados. En todo caso, el funcionario aseguró que el Banco de México ha tomado medidas para proteger a los clientes, entre ellas obligar a las instituciones a que informen las condiciones reales de los contratos, "lo que tiene que ver con la letra chiquita" y ha logrado que bajen los costos interbancarios. Sin palabras.

Pretensión

Pensar, poeta, parejo
profanando procesiones,
partir petrificaciones
para postrarse perplejo.
Pobre poeta pendejo
pretende pintar paisajes,
prefabricarse plumajes
para prolijas pasiones,
proponer predilecciones,
posadas, puertas, parajes.

19 de abril de 2009

18 de abril de 2009

De lo que se perdieron

Toda mi educación primaria la recibí en la escuela Gregorio Torres Quintero, y fue en este lugar donde tuve la desgracia de conocer a la maestra Cuca. Mejor dicho, fue en este lugar donde, gracias a la maestra Cuca, pasé uno de los años más tristes de mi vida. Me explico. Resulta que a principio de la década de los setenta, esta anciana fue mi maestra y no obstante el putero de años que han pasado desde entonces hasta la fecha, recuerdo perfectamente las estrategias pedagógicas que utilizaba para realizar su trabajo docente. Estrategias que, vale la pena señalar, tenían como fundamento la aplicación biliosa del método onomatopéyico y la utilización de crueles estratagemas con los que pretendía controlar nuestros ímpetus infantiles. Con el propósito de ilustrar lo que acabo de decir, pasaré enseguida a dar un ejemplo de las técnicas aplicadas por esta profesora: Resulta que a esta antiquísima precursora de Al-Qaeda y del fundamentalismo talibán, se le ocurrió que para reforzar nuestros conocimientos de gramática participáramos en el festival del Día de las Madres bailando una de las más complejas obras de Gabilondo Soler (Cri-Cri), titulada –si mal no recuerdo- Marcha de las vocales. Luego de una rigurosa selección la maestra Cuca tuvo a bien elegir a seis alumnos (entre los que obviamente me encontraba yo) quienes tendríamos la grave responsabilidad de representar a cada una de las vocales (el lector meticuloso se preguntará que por qué éramos seis niños si las vocales sólo son cinco, cuestionamiento que respondo diciéndole al preguntón que en la obra musical tienen que salir dos o porque una de ellas es flaca y la otra gorda porque ya comió). Aclarado lo anterior, sigo con mi relato. El caso es que un buen día, la maestra Cuca me llamó para informarme que nomás por sus güevos yo saldría de la i. Apenas terminó de hablar cuando, con los nervios de punta, intenté apelar su decisión: -No, por favor yo quiero ser la u- le dije. MI interpelación la hice con base en el siguiente argumento: la i era protagonista secundaria en la representación, pues su intérprete sale caminando marcialmente pero de manera fugaz; mientras que el ejecutante de la u (vocal que, como es del dominio público, es como la cuerda con que siempre saltas tú) aparece dando estéticos brincos por todo el escenario y obviamente su protagonismo es mayor. Ante eso, la antediluviana depredadora contrarrestó mi réplica con dos virulentos operativos: primero, nomás viéndome se me fue acercando. Cuando me tuvo a su alcance, y haciendo gala de una sorprendente agilidad, pegó un brinquito y me dio un vigoroso coscorrón; luego, ante lo que llamó mi obcecada actitud caprichosa, hizo como que se iba, para en realidad regresarse en chinga y tomándomes de los diablitos me hizo ponerme de pie. Cerrando su persuasiva exhibición pedagógica y disciplinaria con un tremendo desgreñón. Con la dignidad del artista humillado, lloré levemente esperando una reacción. Ésta se presentó en la única acción magnánima que le conocí a la versión femenina de lord Voldemort. Dirigiéndose a mis compañeros de aula y señalándome con índice de fuego, les preguntó: -¿Quién vota porque este mariquita salga en el bailable como la u?-. Sería ocioso referir que mis compañeros, sensibilizados por mi quebranto emocional, me apoyaron sin restricciones. Frente a mi arrasadora victoria, a la viejita dañera no le quedó de otra más que aceptar el resultado de la votación... O al menos eso fue lo que yo creí. Y es que con la candidez propia de las chuiquillas y los chiquillos, nunca me pasó por la mente que aquella endemoniada adulta mayor en plenitud, fuera literalmente un prehistórico costal de mañas, pues días después puso en evidencia que era propietaria de un espíritu antidemocrático, pero sobre todo pitero. Mientras tanto, y por si las dudas, yo me dedicaba a lo que entonces creía que era lo mío. Es decir, a la actuación y al baile. Luego de duros ensayos, y habiendo logrado profundizar en el perfil sicológico de mi personaje, pude dominar magistralmente a la representación simbólica de la u (o sea, la cuerda). Sin embargop, faltando tres días para nuestra presentación, la perniciosa viejita, cual miasma mefítico en plena epidemia de paludismo decimonónico, me llamó a gritos: -A ver, tú, ven-. Me le acerqué y horrorizado la escuché decir: -Ya lo pensé mejor y creo que es preferible que salgas como la i-. Conteniendo mis emociones, la contraataqué restregándole mi contundente victoria electoral: - Oiga, pero yo ya fui nominado por mis compañeros para ser la u… Acuérdese-. - Sí, me contestó el añoso basilisco emergiendo de la cámara secreta, ellos te habrán elegido para ser la u, pero aquí mando yo y digo que serás la i porque no te has aprendido bien la tabla del tres. Así que, ¡órale, a marchar! Y que no se te olvide levantar bien las patas, muchacho nango-. Efectivamente, más con miedo que con ganas, participé en el bailable, pero dicha experiencia fue tan desafortunada para mí que nunca más he vuelto a pisar un escenario. Que quede, pues, constancia de que si alguna persona fue la culpable de que el arte en México haya perdido una estrella, ese persona fue –sí, adivinaron- aquella pinche ruquita nejor conocida como la maestra Cuca. FIN

Colima una y otra vez

Según el historiador Héctor Aguilar Camín, México fue concebido como nación a partir de tres caminos: como idea, como proceso secular y en términos políticos y territoriales. Diversos han sido los acontecimientos históricos, económicos, sociales e ideológicos, que han hecho de nuestro país una nación.
El nacionalismo, como también señala Aguilar Camín, se reinventa y ofrece elementos para recrear la identidad de sus habitantes. El México inventado por sus habitantes, por sus gobernantes, por Televisa, por los sistemas mundiales de comunicación, por la presencia de la llamada sociedad global, y que no obstante ello, persiste en reafirmar su orgullo nacional cada 15 de septiembre.
La invención de Colima. A través del tiempo Colima también ha sido inventada.
Más allá de la cuestión territorial y política, nuestra cultura se ha conformado a partir de ideas y procesos, algunos no siempre veraces, pero que ya son parte de la épica local. Y cito de memoria:
*Las cruentas batallas del mítico Rey Colimán, convertidas en una valiente defensa de su territorio.
*Las especulaciones en torno a la fecha de fundación de Colima.
*El comercio precolombino entre los habitantes de estas tierras con los asiáticos que navegaban en la Nao China. Salagua como punto de partida para la armada que conquistaría luego las islas filipinas.
*El cura Hidalgo en Colima juntando -muy previsor él- metal suficiente para hacer la campana que luego llamaría al pueblo para que se apurara a independizarse.
*El crimen de Los Tepames como detonador de la Revolución Mexicana.
*Bandoleros de la talla del Indio Alonso o el Chivo Encantado, convertido en antihéroes populares.
*Un Colima donde no pasa(ba) nada, convertido con el paso del tiempo en el lugar ideal para los experimentos políticos.
*Colima tierra de excelentes maestros, abogados y curas.
El Colima reinventado. Colima agregado a la intendencia de Nueva Galicia. Colima Territorio bajo la jurisdicción del Departamento de Jalisco. Colima anexado al Departamento de Michoacán. Colima Territorio de la República. Colima estado. Colima y sus siete municipios, luego ocho, después nueve, hasta llegar a diez. Con sus pueblos y congregaciones. Colima ciudad. Metrópoli bicicletera. Verde de tanto árbol. La tierra de las palmeras y sus cocos. Con sus grandes y añejas huertas. Asfaltada pero paradójicamente ecológica. Colima religiosa: con su santo patrono San Felipe de Jesús, con los martes que obligan a la visita del Señor del Rancho de Villa y la veneración de los inditos decembrinos a la Virgen de Guadalupe. Colima repleto de colimenses (sic) que azorados comentaba sobre el milagro del Cristo de la colonia Indeco en Tecomán. Colima y su sociedad conservadoramente contradictoria, que tuvo a la primera mujer gobernadora y provocó la ridiculización del primer Rey con mandil. La imaginería recreada en los centros de diversión nocturna. Un Colima que a pasos acelerados pierde su imagen pueblerina. Con asaltos a mano armada, asesinatos, secuestros, violaciones y hechos dignos de discutirse en cualquier talk show. El mismo Colima que le echa la culpa a los fuereños de todos sus males. Vemos un Colima que reconstruye y reinventa su vida cotidiana con base en la modernidad y la globalización, cualquier cosa que esto signifique. Y no obstante, aún tenemos el Colima de los colimenses y sus hijos adoptivos que dicen encontrar aquí el paraíso terrenal y asisten con sus familias a la destrucción de grandes espacios arbolados erigiendo ahí su morada.
El Colima de los colimenses, que ya no es lo mismo pero al fin y al cabo nos pertenece.
Un Colima, efectivamente, reinventado, reconstruido, recreado, pero que paulatinamente empieza a desaparecer.

12 de abril de 2009

Mmmhhhh...

"Cuando la acumulación de capital es, en naciones paradójicamente más prósperas, motivo de orgullo, acá parecemos glorificar la pobreza, el fracaso y el victimismo social: la dignidad radica en estar jodidos y el pecado, en tener". (Revista Replicante, V.IV/14/2008)

De acuerdísimo.
Yo quiero ser asquerosamente rico...

11 de abril de 2009

Colaboren

¿Cómo se te ocurre que se puede titular esta foto?

Grutas de San Gabriel

Pues ai' tienen que le caímos a las Grutas de San Gabriel, allá por el rumbo de Ixtlahuacán. Aunque confieso que esperaba encontrarme con algo más espectacular, la verdad es que, en estos días en que la marabunta de turistas nos invade, vale la pena darse una vueltecita por aquellos rumbos.

8 de abril de 2009

5 de abril de 2009

Días extraños

La Sombrilla
(O la originalidad me distingue)

Vivimos días extraños. Días que pasan con la fugacidad del desencanto. Días en los que la única certidumbre es aquello que quizá pudiera pasar. Sísifo cargando su pesada piedra son un ejemplo elemental, y a la vez complejo, del trayecto que habremos de franquear con más ánimo de hallar la reconciliación con uno mismo que lograr propósitos definidos de antemano.
*
¿Conoce usted algún método eficaz para mandar a la chingada a la gente imprudente, chismosa, desleal y culera?
Avíseme, por favor.
*
Es verdad que la misantropía no está muy de moda, más aún cuando en forma permanente nos recuerdan que vivimos en un mundo globalizado y, por tanto, abierto a todos los demás. Habitamos casas de cristal donde nos contemplan y, a la vez, nosotros tenemos la posibilidad de hurgar en las vidas privadas. Aunque a veces sólo miramos sin observar la esencia de las cosas y de los hechos mismos.
*
Con el afán de encontrar posibles salidas -es decir, de seguir esperando la esperanza- temprano prendo la televisión y escucho lo que me dice la señora de los horóscopos. Sus certezas, sin embargo, sólo incrementan en mí las interrogantes sobre lo que me depara el futuro:
“Aries, hoy será un día divertido; propicio para estrechar lazos amistosos con esa persona que tienes mucho tiempo de no ver. Anímate, Aries, que el cáncer pulmonar aún no te invade otros órganos”.
*
No cabe duda, vivimos días extraños. Con políticos envalentonados hablando sólo porque tienen con qué hacerlo. Mientras nosotros, los amables ciudadanos, continuamos aferrados a nuestra única esperanza: sacarnos la Lotería o que nuestro compadre, flamante candidato a diputado, logre ganar las elecciones. ¡Qué güeva!

Atardecer sabatino
(o yo compro en Zentralia y me vale madres)