18 de abril de 2009

De lo que se perdieron

Toda mi educación primaria la recibí en la escuela Gregorio Torres Quintero, y fue en este lugar donde tuve la desgracia de conocer a la maestra Cuca. Mejor dicho, fue en este lugar donde, gracias a la maestra Cuca, pasé uno de los años más tristes de mi vida. Me explico. Resulta que a principio de la década de los setenta, esta anciana fue mi maestra y no obstante el putero de años que han pasado desde entonces hasta la fecha, recuerdo perfectamente las estrategias pedagógicas que utilizaba para realizar su trabajo docente. Estrategias que, vale la pena señalar, tenían como fundamento la aplicación biliosa del método onomatopéyico y la utilización de crueles estratagemas con los que pretendía controlar nuestros ímpetus infantiles. Con el propósito de ilustrar lo que acabo de decir, pasaré enseguida a dar un ejemplo de las técnicas aplicadas por esta profesora: Resulta que a esta antiquísima precursora de Al-Qaeda y del fundamentalismo talibán, se le ocurrió que para reforzar nuestros conocimientos de gramática participáramos en el festival del Día de las Madres bailando una de las más complejas obras de Gabilondo Soler (Cri-Cri), titulada –si mal no recuerdo- Marcha de las vocales. Luego de una rigurosa selección la maestra Cuca tuvo a bien elegir a seis alumnos (entre los que obviamente me encontraba yo) quienes tendríamos la grave responsabilidad de representar a cada una de las vocales (el lector meticuloso se preguntará que por qué éramos seis niños si las vocales sólo son cinco, cuestionamiento que respondo diciéndole al preguntón que en la obra musical tienen que salir dos o porque una de ellas es flaca y la otra gorda porque ya comió). Aclarado lo anterior, sigo con mi relato. El caso es que un buen día, la maestra Cuca me llamó para informarme que nomás por sus güevos yo saldría de la i. Apenas terminó de hablar cuando, con los nervios de punta, intenté apelar su decisión: -No, por favor yo quiero ser la u- le dije. MI interpelación la hice con base en el siguiente argumento: la i era protagonista secundaria en la representación, pues su intérprete sale caminando marcialmente pero de manera fugaz; mientras que el ejecutante de la u (vocal que, como es del dominio público, es como la cuerda con que siempre saltas tú) aparece dando estéticos brincos por todo el escenario y obviamente su protagonismo es mayor. Ante eso, la antediluviana depredadora contrarrestó mi réplica con dos virulentos operativos: primero, nomás viéndome se me fue acercando. Cuando me tuvo a su alcance, y haciendo gala de una sorprendente agilidad, pegó un brinquito y me dio un vigoroso coscorrón; luego, ante lo que llamó mi obcecada actitud caprichosa, hizo como que se iba, para en realidad regresarse en chinga y tomándomes de los diablitos me hizo ponerme de pie. Cerrando su persuasiva exhibición pedagógica y disciplinaria con un tremendo desgreñón. Con la dignidad del artista humillado, lloré levemente esperando una reacción. Ésta se presentó en la única acción magnánima que le conocí a la versión femenina de lord Voldemort. Dirigiéndose a mis compañeros de aula y señalándome con índice de fuego, les preguntó: -¿Quién vota porque este mariquita salga en el bailable como la u?-. Sería ocioso referir que mis compañeros, sensibilizados por mi quebranto emocional, me apoyaron sin restricciones. Frente a mi arrasadora victoria, a la viejita dañera no le quedó de otra más que aceptar el resultado de la votación... O al menos eso fue lo que yo creí. Y es que con la candidez propia de las chuiquillas y los chiquillos, nunca me pasó por la mente que aquella endemoniada adulta mayor en plenitud, fuera literalmente un prehistórico costal de mañas, pues días después puso en evidencia que era propietaria de un espíritu antidemocrático, pero sobre todo pitero. Mientras tanto, y por si las dudas, yo me dedicaba a lo que entonces creía que era lo mío. Es decir, a la actuación y al baile. Luego de duros ensayos, y habiendo logrado profundizar en el perfil sicológico de mi personaje, pude dominar magistralmente a la representación simbólica de la u (o sea, la cuerda). Sin embargop, faltando tres días para nuestra presentación, la perniciosa viejita, cual miasma mefítico en plena epidemia de paludismo decimonónico, me llamó a gritos: -A ver, tú, ven-. Me le acerqué y horrorizado la escuché decir: -Ya lo pensé mejor y creo que es preferible que salgas como la i-. Conteniendo mis emociones, la contraataqué restregándole mi contundente victoria electoral: - Oiga, pero yo ya fui nominado por mis compañeros para ser la u… Acuérdese-. - Sí, me contestó el añoso basilisco emergiendo de la cámara secreta, ellos te habrán elegido para ser la u, pero aquí mando yo y digo que serás la i porque no te has aprendido bien la tabla del tres. Así que, ¡órale, a marchar! Y que no se te olvide levantar bien las patas, muchacho nango-. Efectivamente, más con miedo que con ganas, participé en el bailable, pero dicha experiencia fue tan desafortunada para mí que nunca más he vuelto a pisar un escenario. Que quede, pues, constancia de que si alguna persona fue la culpable de que el arte en México haya perdido una estrella, ese persona fue –sí, adivinaron- aquella pinche ruquita nejor conocida como la maestra Cuca. FIN

6 comentarios:

Luis Fernando dijo...

Qué mal pedo, maestro. La neta esa maestra Cuca te dejó marcado para la eternidad.
Oye, maestro: Beto ya me envió las cotizaciones de tres empresas. Sólo que, para variar, los documentos están en la versión xp y, como ya te habrás dado cuenta, en el Honorable Ayuntamiento no se pueden abrir archivos en esa versión.
En el transcurso del día, maestro, abriré, me cae, esos pinches archivos. Te los envío al correo.
Ahora sí: por fin espeor que ya se publique mi libro.

El lector meticuloso dijo...

jajaja... buena la crónica del trauma Sr. G. Pero no me voy a quedar con las ganas de hacerle el apunte: hubieran bastado los 5 niños para las vocales, la canción dice:
"Aquí está la 'I',
le sigue la 'O'
una es flaca y la otra
gorda porque ya comió."

Entonces, la que no ha comido es la "i", y la que ya comió es la "o". No es que Crí Crí hubiera descrito a dos letras "o".
Conclusión: Has vivido en el engaño Sr. G. jejeje. Salud

Chica S dijo...

Si Sr. G... justo eso le quería comentar, no hay dos 'O', sino que la 'I' y la 'O' marchan juntas...

Yo pense que esa canción era exclusiva de Nicargua... 20 años después me vine a dar cuenta.

Sr. G dijo...

Déjenme conseguir la rola para volverla a escuchar y así ver quién tiene razón.

Sr. G dijo...

Tienen razón, durante más de 30 años he vivído en el error.

¡Que dejen toditos
los libros abiertos
ha sido la orden
que dió el General,

¡Que todos los niños
estén muy atentos,
las cinco vocales
van a desfilar!

Primero verás
que pasa la 'A'
con sus dos patitas
muy abiertas al marchar.

Ahí viene la 'E'
alzando los pies,
el palo de enmedio
es más chico como ves.

Aquí está la 'I',
le sigue la 'O'
una es flaca y otra
gorda porque ya comió.

Y luego hasta atrás
llegó la 'U',
como la cuerda
con que siempre saltas tú.

Primero verás
que pasa la 'A'
con sus dos patitas
muy abiertas al marchar.

Ahí viene la 'E'
alzando los pies,
el palo de enmedio
es más chico como ves.

Aquí está la 'I',
le sigue la 'O'
una es flaca y la otra
gorda porque ya comió.

Y luego hasta atrás
llegó la 'U',
como la cuerda
con que siempre saltas tú.

colimota rodillona dijo...

Ah que la maestra lo malo es que ya esta muy muerta para haberle echado en cara su error..
si me acuerdo de ese echo jajajajaja