5 de abril de 2009

Días extraños

La Sombrilla
(O la originalidad me distingue)

Vivimos días extraños. Días que pasan con la fugacidad del desencanto. Días en los que la única certidumbre es aquello que quizá pudiera pasar. Sísifo cargando su pesada piedra son un ejemplo elemental, y a la vez complejo, del trayecto que habremos de franquear con más ánimo de hallar la reconciliación con uno mismo que lograr propósitos definidos de antemano.
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¿Conoce usted algún método eficaz para mandar a la chingada a la gente imprudente, chismosa, desleal y culera?
Avíseme, por favor.
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Es verdad que la misantropía no está muy de moda, más aún cuando en forma permanente nos recuerdan que vivimos en un mundo globalizado y, por tanto, abierto a todos los demás. Habitamos casas de cristal donde nos contemplan y, a la vez, nosotros tenemos la posibilidad de hurgar en las vidas privadas. Aunque a veces sólo miramos sin observar la esencia de las cosas y de los hechos mismos.
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Con el afán de encontrar posibles salidas -es decir, de seguir esperando la esperanza- temprano prendo la televisión y escucho lo que me dice la señora de los horóscopos. Sus certezas, sin embargo, sólo incrementan en mí las interrogantes sobre lo que me depara el futuro:
“Aries, hoy será un día divertido; propicio para estrechar lazos amistosos con esa persona que tienes mucho tiempo de no ver. Anímate, Aries, que el cáncer pulmonar aún no te invade otros órganos”.
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No cabe duda, vivimos días extraños. Con políticos envalentonados hablando sólo porque tienen con qué hacerlo. Mientras nosotros, los amables ciudadanos, continuamos aferrados a nuestra única esperanza: sacarnos la Lotería o que nuestro compadre, flamante candidato a diputado, logre ganar las elecciones. ¡Qué güeva!

Atardecer sabatino
(o yo compro en Zentralia y me vale madres)

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