31 de marzo de 2009

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Morimos un poco cuando no conseguimos lo que queremos. Morimos al hacer el amor. Morimos cuando perdemos un amigo. Morimos cuando nos atrevemos a ser nosotros mismos, pero también cuando no lo somos. Morimos si vamos poco a poco. Morimos cuando corremos. Morimos cuando leemos un texto sobre la muerte.
"Piensa que de alguna manera ya estás muerto", afirmó lacónicamente Borges.
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Gozamos con el cuerpo gracias a su capacidad de captar olores, gustos, imágenes, sonidos o texturas, pero todas estas satisfacciones serían incompletas si no las pudiéramos compartir con alguien. Ésa es la razón por la que a menudo se plantea el confinamiento solitario, de manera categórica, como el castigo penal más temido después de la tortura y de la ejecución.
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No hace falta decir que todo habría sido diferente, fundamentalmente por las ganas que tenemos siempre de hacer lo que no debemos hacer, si, como observó Mark Twain, "Dios le hubiera prohibido al hombre comerse a la serpiente".
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Encerrarse en el ámbito de la subjetividad, en la prisión de la conciencia, puede resultar patético. Aunque es igualmente peligroso dejarse llevar por la desazón de hacer cosas: ahogarse en las posesiones, los proyectos, los objetos, sin escucharnos ni un poco a nosotros mismos. Las obras, las acciones, los hechos, las ganancias, nos pueden enriquecer sólo si los miramos desde la perspectiva de la satisfacción personal, con un criterio sólido.
"La mayoría de las personas son infelices y están inquietas porque no usan el corazón para disfrutar de las cosas, sino que usan las cosas para regocijar el corazón", escribió Liu An.

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Cuando parece que has visto lo peor, no falta nunca un detalle, un hecho, una actitud, incluso una señal de que la gente es capaz de mejorar sus miserias y sus absurdos. Día a día los medios de comunicación nos informan de crimenes abominables, y no dudes que el próximo será más execrable ¿Qué debemos padecer para entender que hemos escogido el peor de los caminos posibles? El egoísmo es propio de nuestra naturaleza y ésta hipócritamente integra "valores" que nos impulsan a asombrarnos y repudir todo lo malo que tenemos. Somos nuestra propia contradicción y así andamos...

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Hoy me dijeron que me amaban... ¿y a tí?

1 comentario:

Ros dijo...

hermoso post!

esa frasesita de Borges es la onda!

morimos, morimos... wow, genial!

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a mí no me lo han dicho

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