4 de enero de 2009

La noche punketa

En la década de los ochenta, los punk pintaron su raya al apostar por la provocación y el escándalo. Alejados del consumo masivo y de las prácticas culturales dominantes, se volvieron viajeros sin un itinerario concreto. Al ritmo de los Sex Pistols, los punk hicieron de la noche su refugio. Y de la marginalidad, de las drogas fuertes, del destrampe sexual y de la marranez, obtuvieron los elementos básicos de su identidad cultural.
1:42 A.M. En algún lugar de la ciudad: “Nos retiramos a dormir con la banda, éramos 13 (4 mujeres y 9 hombres). Nos repartimos los lugares. El Gato se quedó en medio de todos con la Negra, la Rules a un lado de ésta y junto al Domis. El Soner se quedó con su novia (la Yegua) en un extremo de la cama y los demás nos repartimos como mejor nos acomodamos. Después llegó la chava que le dicen la Noche hasta atrás de ‘chemo’; nadie le hizo caso, se acostó y empezó a dormir. Los jadeos y quejidos llamaron mi atención, en medio de la cama estaba la Negra y el Gato haciendo el amor, y los que estaban a su lado se hacían disimulados. Al poco rato, el Track empezó a darle de putazos al Domis, porque éste se quería coger al Joto. La Noche, ya en el ‘bajón’, tenía frío y se fue acercando cada vez más al grupo, quedó junto a mí, me abrazó, la abracé. Intercambiamos besos de ‘chemo’ con alcohol y esperamos a que amaneciera…”
La densidad de la noche. En la actualidad, nuestra ciudad vive todos los días una densidad cultural que define la noche. Tras la fiesta, la banda sigue trippeando entre cervezas y los gallitos que agonizan en los dedos juveniles del suertudo que podrá darse el último tanquecito. En el ambiente se perciben los fuertes lazos de amistad que unen a los presentes. Esa es la verdadera karnalidad, la de las confidencias y complicidades, pero también la del silencio cuando así se requiere.

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