27 de diciembre de 2008

Sobre la crítica constructiva

El escritor Jorge Ibargüengoitia dijo alguna vez que la crítica constructiva no existe, pues basta con analizar tres nociones que subyacen en ella, para que dudemos de sus buenas intenciones :
a) que criticar es hacer una obra de caridad y todos tenemos el deber de llevarla a cabo
b) que el criticado siempre estará en la mejor disposición de seguir los consejos que le den y
c) que un juicio externo, por imparcial, es más atinado que el que podría dar el propio desacreditado sobre sus acciones u obras.
Además, Ibargüengoitia sospechaba de la crítica constructiva porque ésta se establece con generalidades de suyo falsas y aunque su práctica pudiera ser notable como virtud, en realidad no sirve para nada. Lo anterior lo ilustraba con el siguiente ejemplo: Un día, un colega de don Jorge se le acercó y le dijo: “Cuida más tus obras, escribes como si estuvieras platicando. Así nunca se ha hecho la literatura”. Luego de escuchar el comentario, el guanajuatense reflexionó lo siguiente: “No me preguntó lo que yo opinaba de lo que él escribe (no opino nada porque nunca he logrado pasar del segundo renglón) y, por consiguiente, no se enteró del respeto que me merecía su opinión, ni me creyó cuando le dije que para eso, precisamente, se inventó la prosa, para escribir como si estuviera uno platicando, y evitarse la molestia de cantar”. Con base en todo lo anterior, para el guanajuatense la crítica destructiva era mucho mejor por las siguientes razones:
a) no favorece al criticado porque en realidad ninguna crítica lo beneficia, siempre será la víctima b) el que critica se libera de muchos complejos y siempre tendrá la seguridad de no estarle haciendo el favor a nadie
c) si la crítica se hace con ingenio, mejora la conversación y
d) los que escuchan, además de divertirse, estarán avisados de que es mejor no meterse con semejante lengua viperina.
Además, aconsejaba que para que la crítica destructiva fuera eficaz ésta debería tener los siguientes rasgos:
a). ser mordaz, cruel, certera y llena de imaginación y
b) debe emitirse en ausencia de la víctima para que el crítico evite cualquier inhibición o algún pleito desagradable.
Finalmente, el escritior hacía notar que la crítica destructiva no debe hacer alusión a los defectos físicos ni a los hábitos íntimos, pues eso es de muy mal gusto.

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