20 de abril de 2010

Futbol e involución

El escritor Juan Villoro recuerda en alguna parte de su libro Dios es redondo (Ed. Planeta, México, 2006) que para Juan José Arreola el futbol era menos intelectual que el tenis o el ping-pong, particularmente porque aquél «carecía de la intermediación de la raqueta". Los movimientos del futbol -afirmaba el escritor-«ocurren en bruto, sin pasar por un instrumento civilizatorio, además prescinde de las manos, fundamento de la cultura… las raquetas confirman el ingenio de una especie industriosa, capaz de aprovechar tripas de gatos…». Para Arreola, la práctica del soccer era un regreso a la edad temprana del hombre sin utensilios.
Futbol versus intelecto. Según el periodista argentino Hernán Brienza, no obstante que se considera que fue Jorge Luis Borges quien inició las hostilidades y provocó la mala relación entre futbol y literatura, cuando declaró en una entrevista que «el futbol era una cosa estúpida de ingleses… un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos»; en realidad, esta mala relación se remonta hasta el siglo XIX, y más concretamente al año de 1890 cuando el escritor británico Rudyard Kipling manifestó su desprecio por ese deporte «y a las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan». Desde entonces y hasta la fecha, los desencuentros sobre este tema han sido una constante.
Y salieron del clóset. En este sentido, Eduardo Galeano ha señalado que «el mundo intelectual siempre ha adoptado una actitud despectiva y arrogante con el fútbol y todo lo que este deporte desata como pasión colectiva. Este juego ha sido condenado por intelectuales de derecha e izquierda. En la derecha, porque, dicen, es la prueba de que el pueblo piensa con los pies; y en la izquierda, porque creen que el fútbol tiene la culpa de que la gente no piense. Por suerte, en estos últimos años la actitud ha cambiado. Tenían vergüenza de su pasión y ahora ya la muestran y hablan de ella». En efecto, sobre todo desde mediados del siglo pasado las cosas empezaron a cambiar: escritores europeos e integrantes del llamado boom de la literatura latinoamericana salieron del clóset acercando su escritura al mundo del futbol o manifestando abiertamente su gusto por este deporte. Aunque inverosímil, vale la pena consignar la siguiente anécdota: según eso, tras haber presenciado un partido entre los equipos colombianos Junior y Millonarios, Gabriel García Márquez declaró lo siguiente: «No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a alguien»
Sociología del pase filtrado. Aunque es verdad que el futbol ha ido ganando más y más adeptos en todo el mundo, también es cierto que sus detractores no han desaparecido. Uno de ellos es el sociólogo Juan José Sebreli, quien en su libro Futbol y masas afirma lo siguiente: «el acto de patear una pelota es ya de por sí esencialmente agresivo y crea un sentimiento de poder, amén de que la picardía de vencer al adversario basada en la trampa, la mentira, el disimulo, la zancadilla, tan alabada por todos los apologistas del futbol como una forma de inteligencia natural y espontánea, no es sino una característica de la personalidad autoritaria»
¡Diego, que Dios te lo pague! ¡Qué ansiedad, Dios mío! ¡Los nervios de punta y un cosquilleo en la planta de los pies. Un nudo en el estómago… Y lo de Diego… ¡Qué cosas hace todavía con la pelota! ¡Cómo pesa su presencia ahí donde otros hacen nada más que lo grosero! Diego se portó como si el que estuviera en la cancha fuera su propio monumento. La llevaba atada, la escondía y la mostraba para embelesar australianos y exigir argentinos… Entonces Argentina empezó a apretar… Entre tanto, lo de Mac Allister tomaba visos de epopeya potreril: pelota que encontraba, pelota que reventaba fuerte… No bien los otros defensores advirtieron que Mac Allister se llevaba la gloria tirando cañonazos al cielo, decidieron imitarlo y ¡pum!, Vázquez, ¡pum! Ruggeri, ¡pum! Simeone... Sobre el final, cuando un pelotazo cruzado lamió el palo de Goycochea, hubo toda clase de desmayos. Pero ya estaba todo dicho y la historia no tendría más sobresaltos: Diego Armando Maradona le devolvió la sonrisa a una Argentina que ya se estaba desconociendo a sí misma… (Osvaldo Soriano. Fragmento de su crónica del partido Argentina-Australia, clasificatorio para el Mundial de 1994)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Goyito: deberías recordar el cuento aquel de Valdano, creo que se llama, "Creo vieja que tu hijo la cagó".
¿Recuerdas?
Vale la pena saber que alguien más la cagó, ¿no?

Sr. G dijo...

Ese es un buen cuent,sin duda,
para aquellas almas curiosas, aqueí tienen un link donde pueden leer el cuento de Valdano: http://celesteland.blogspot.com/2009/06/vieja-creo-que-tu-hijo-de-jorge-valdano.html

Miguel Acosta Vargas dijo...

Goyo: el camión ke está de rojo, en el extremo derecho, se me hace q es el compa q jugaba con Burócratas de defensa y que me tiró como 239 patadas, hasta q me hasta y le di un codazo q lo dejó desmayado. Fue en la Estancia. ¿Te acuerdas?

Paulina Valdez dijo...

Ash...

Sr. G dijo...

Es el mismo que viste y calza, Miguel. Pero... ¿a poco tú le diste un codazo? ¿En serio? Si así fue, pues eso sería un hecho extraordinario, tú tan "suavecito".

No te enojes, Paulina...