24 de noviembre de 2009

Incitando a lo trivial

El Centro de Estudios sobre lo Actual y lo Cotidiano, dependiente de la Universidad de la Sorbona, es dirigido por el sociólogo Michel Maffesoli, quien, entre otras cosas, nos incita a volvernos insolentes y triviales, a burlamos de los feudos académicos e intelectuales, con el propósito de abrir nuevos caminos a la comprensión e interpretación de todos los fenómenos sociales que aparecen frente a nuestros ojos como confusas manifestaciones juveniles, difíciles de aprehender.
Lo que subyace en la propuesta de Maffesoli es la necesidad de “pensar racionalmente lo que se considera como irracional”. Por lo anterior, no resulta extraña su determinación para asesorar las tesis de aquellos estudiantes cuyo interés está centrado en el fenómeno de las creencias.
Una de esos trabajos llamó la atención de propios y extraños porque en él se analizaba la “ambivalente fascinación-rechazo de la astrología”. Dicha investigación suscitó agrias críticas por parte de un sector del mundo académico por el persistente afán de Maffesoli –según dijeron- de exaltar el “culto de lo vivido”, aunque para el francés ésto más bien seríala “búsqueda de lo viviente”. Lo que sucede en realidad, dijo, es que se quiere condenar a la sociología a reproducir eternamente los modelos heredados del pasado, con debates que sólo interesan a sus participantes. Esas discusiones, son las que generan el “auto-desprestigio de una disciplina que ya no se enmarca en la realidad social”, expresó Maffesoli, intentando persuadir a sus oponentes a callarse el hocico.
Elogio de lo ordinario. Al destacar lo trivial y ordinario que tiene la vida cotidiana, el sociólogo francés nos impulsa a observar nuestro entorno con una nueva mirada. Una mirada que, por ejemplo, observa en las tribus urbanas a un novedoso elemento estructurante de la sociedad moderna.
Estos microgrupos se han venido constituyendo en una alternativa al proceso de desindividualización que se vive en la sociedad contemporánea y que tiene sus mayores repercusiones en las jóvenes generaciones. En ellos, sus integrantes comparten hábitos, prácticas, rituales, signos, símbolos, gustos e ideales que estructuran y son estructurados por los vínculos que se establecen entre sus miembros y que a la vez los protegen de las imposiciones que les llegan desde afuera.
Las tribus se distinguen por el reducido número de sus integrantes y por su forma de organización en red, elementos que además de fortalecer al conjunto, incrementa la confianza entre sus integrantes. La defensa del territorio ya no es para estas colectividades el elemento más importante para la configuración de su identidad, como sí lo fue para las pandillas o bandas surgidas en la pasada década de los ochenta. A todo esto agreguémosle dos componentes más de “centralidad subterránea” que distinguen a estas tribus: el secreto y los afectos.
No debe extrañarnos, entonces, que todos los esquemas y modelos explicativos que se tenían para interpretar las formas de agregación juvenil, se estén viniendo abajo y que además de estar perdiendo su eficacia hermenéutica, hacen ver ridículas las soluciones tradicionales que se siguen proponiendo para “ayudar” a tanto joven descarriado que anda por la calle.

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