10 de septiembre de 2009

Héroe olvidado

A fines de la década de los sesenta, el escritor Jorge Ibargüengoitia consideraba que los efectos que producía en las personas la lectura diaria de los periódicos, era un fenómeno sociológico sumamente interesante, pero por desgracia muy poco estudiado. Sin embargo, tenía la certeza de que no habría de pasar mucho tiempo antes de que “alguno de esos institutos norteamericanos que ya habían descubierto que fumar es mortal", nos dieran la escalofriante noticia de que leer periódicos es una de las principales causas de enfisema pulmonar. A tan ominoso destino, según Ibargüengoitia, habría que sumarle otro hecho lamentable: que el lector de periódicos se fue convirtiendo en una especie de héroe olvidado. Dicho abandono tuvo su origen en un proceso de despersonalización que lo obligó a integrarse a esa entelequia popularmente llamada opinión pública y que es engendrada por la ciencia sin sabios conocida como “sondeos de opinión” (Bourdieu dixit). Fue por esto que el guanajuatense decidió hacerles a estos personajes anónimos (a los lectores de periódicos, me refiero) un sencillo pero sentido homenaje.
Requisitos para ser lector de periódicos
El escritor empieza su apología afirmando que no cualquier hijo de vecino logra graduarse como lector de periódicos, pues además de tener que desarrollar tareas de suyo complejas, los aspirantes tienen que los siguientes requisitos:
Tener mucho aplomo, intereses variados, elasticidad mental y ser propietario de un optimismo desmedido, pero sobre todo injustificado.
Aplomo para soportar con gallardía y templanza las noticias de la primera plana, acción que suele ser mortal por necesidad cuando la realizan espíritus pusilánimes, incapaces de asimilar tanta catástrofe: ciclones, sismos, erupciones volcánicas y sequías.
Elasticidad mental para comprender noticias extravagantes, como la del funcionario que muy sonriente anuncia que no se va a resolver el problema que todos conocíamos o que ya se resolvió el problema que todos ignorábamos.
Intereses variados para buscar, buscar y buscar hasta lograr hallar noticias edificantes, como la del personaje importante que nos avisa que habiendo quedado hasta la madre de la grilla, no sólo ha decidido alejarse de la política sino que se larga ipso facto al Tíbet, donde tendrá tiempo suficiente para meditar y arrepentirse de todos sus pecados.
Optimismo desmedidopara leer la sección internacional y poder levantar el ánimo con noticias que vienen de otras partes del mundo donde las cosas están peores que en nuestro país: matanzas entre tribus africanas, miles de personas muriendo de hambre en la India o los cientos de heridos y decenas de muertos que produjo un choque de trenes.
Optimismo infundado para que, luego de haberse reconfortado con los males ajenos, el lector de periódicos examine la página editorial donde –según él- encontrará los porqués de las noticias que acaba de leer. Así, diez minutos más tarde, irrumpirá “con una visión equilibrada del universo, con su espíritu en calma y listo para seguir su lectura sin que se le ericen los pelos.
Para concluir, como al lector de periódicos le gusta la acción y vibra con el peligro, se dirigirá al espacio destinado a la nota roja. Ahí se enterará que atraparon a una peligrosa banda de robacoches; también del asesinato de un velador y que otro sujeto “por querer contratar unos mariachis, fue golpeado por los mismos y despojado de su reloj”, etcétera.
Y así, el lector (goloso como nadie) sigue, sigue y sigue, ahora con la sección de deportes, luego con la de espectáculos, después la de cultura, hasta que finalmente, “el agotamiento hace que lea por inercia los anuncios clasificados”.

1 comentario:

ferrrioni dijo...

Más o menos es así aquí en Colima.