30 de enero de 2009

Buscando culpables

En nuestro entorno encuentro una proclividad a no reconocer los errores que cometemos, sobre todo luego de que nos descubrimos incapaces de resolver los problemas que generamos con ellos. Al respecto, proporcionaré algunos ejemplos que refuerzan lo que acabo de decir::
Ejemplo 1: Hace muchos años, en una luminosa mañana de abril le pregunté a un compañero de la facultad (de quien omito su nombre por razones obvias y al que aquí llamaré el Ajuates), que cuáles eran las razones por las que tuvo que repetir el penúltimo semestre de la carrera. El Ajuates respondió: “Es que el maestro me tenía mala idea”. Quizá esto fuera cierto, pero al Ajuates se le olvidó decir que nunca estudiaba, que iba a la escuela pero no entraba clases, que cuando ingresaba al salón era para dormirse y que en lugar de buscar bibliografía sobre Diseño de Investigación, prefería averiguar en qué "restaurante familiar" daban la mejor botana y a qué horas empezaba la hora feliz. Por tanto, el Ajuates, por burro cabezón, pero sobre todo por güevón, fue el único culpable de haber reprobado el semestre, aun y cuando el maestro sí le hubiera tenido mala idea. Ejemplo 2: En un periódico se critica a una administración municipal porque –dice la nota- “la ciudad se encuentra muy sucia, lo que evidentemente muestra la ineficiencia y mala fe de sus autoridades”. En primer lugar, de este juicio admonitorio se desprende la idea de que los integrantes del Cabildo y los funcionarios municipales todas las noches salen cargando bolsas con basura y riegan su contenido por toda la ciudad, lo que explica la inmundicia en las calles. En segundo, no queda duda de que dicho medio informativo no sólo es el “vocero de la sociedad colimense”, sino también su alcahuete, pues si la ciudad se encuentra sucia es porque algunos de sus habitantes suelen tener los hábitos del Ecoloco, y les viene valendo madres tirar en la vía pública botes de cerveza, envases de refrescos, bolsas de papitas, pañales sucios, etcétera. O sea, hello, periodistas piteros, las ciudades no se ensucian solas. Ejemplo 3: Un grupo de personas manifiestan su indignación porque en su colonia muchos lotes baldíos se encuentran llenos de maleza y se han convertidos en nido de alimañas, tepocatas y víboras prietas, lo que constituye un peligro para la salud de los propios vecinos, además de que estos lugares sirven de escondite a malvivientes que molestan al vecindario, “y la autoridad no hace nada al respecto”, dicen. Uno podría imaginarse que los quejosos están ciegos, mancos o carecen de alguna de sus piernas, pero no, “como pagan sus impuestos” (sic), exigen que las autoridades resuelvan un problema provocado por la especulación inmobiliaria, la irresponsabilidad de los propietarios de esos lotes, la escasa solidaridad y la nula organización de los vecinos para resolver un problema que los afecta de manera directa. Por eso, precisamente por eso, es posible afirmar que cada quien tiene las tepocatas que se merecen.
Ejemplo 4: “¿Y yo por qué?”, dijo alguna vez el entonces Presidente de la República, Vicente Fox, frase paradigmática del pendejo con suerte, y que no obstante haber sido pronunciada hace ya varios años, cada que la vuelvo a leer o a escuchar me deja absolutamente pasmado...

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