10 de enero de 2010

Slow life/Slow food

Comer frutas y verduras que han completado su proceso de maduración sin la injerencia de químico alguno. Disfrutar de un excelente vino producido en el viñedo del vecino. Saborear platillos elaborados con base en recetas tradicionales y consumir esos alimentos según los usos y costumbres de los antepasados, son, entre otras, algunas de las prácticas promovidas por una nueva filosofía de vida que pondera el movimiento parsimonioso de la vida en la sociedad moderna y que podría resumirse en dos conceptos básicos: slow food/slow life. Esta forma de vida ha venido propagándose por diversas partes del mundo sustituyendo el principio de más rápido, más barato, por otro que señala entre más despacio, mejor. Sus preocupaciones están orientadas a la comida, el trabajo y la naturaleza. Su propuesta: tomarse las cosas con calma, saborear lentamente la comida local, trabajando lo justo para vivir, cuidando y disfrutando de la naturaleza. De lo que se trata es de oponerse a la velocidad vertiginosa con la que actualmente transcurren las vidas de las mujeres y los hombres contemporáneos, sugiriendo que “Redescubramos la riqueza, los sabores y los aromas de nuestras cocinas locales. Si la Fast life, en nombre de la superproductividad, tiende a cambiar nuestros modos de vida y amenaza nuestra cultura, la Slow food es la respuesta”.
Comida rápida. El fundador de este movimiento, el sociólogo y periodista Carlo Petrini, informó que en sus orígenes el objetivo de su organización era promover la venta de alimentos locales en pequeños mercados de su pueblo, como una reacción a la uniformidad promovida por los grandes empresas multinacionales dedicadas a la elaboración de comida. “Estos restaurantes de comida rápida extienden por todo el mundo una alimentación pobre y uniforme, donde se pierde el gusto por la buena comida. Hace cien años la gente comía más de cien clases diferentes de alimentos, en la actualidad nuestra dieta se compone de apenas diez o doce clases", dijo Petrini.
Slow life, salud mental, educación y ciudad. Ahora bien, conviene señalar que la filosofía slow ha trascendido el sólo respeto y disfrute de las gastronomías locales, proponiendo mejorar la calidad de vida y preservar la salud mental de la gente, a través de reeducar a los adultos y estimular a los niños en el contacto con los aromas y los sabores. Por lo anterior, algunas escuelas europeas ya están trabajando talleres donde a los alumnos se les “entrena” en el uso de los sentidos como “instrumento de conocimiento”. Este movimiento aspira a construir una red global de ciudades y comunidades que compartan el ideal de una ciudad armónica y con una actividad basada en la serenidad de la vida cotidiana, centrada en la apreciación de los ciclos naturales, el cultivo de alimentos locales y el crecimiento colectivo a través de una vida lenta y reflexiva. En el presente, casi un centenar de ciudades europeas han adoptado lo que ya se conoce como el Manifiesto Petrini. En ellas las tiendas no abren ni jueves ni domingos; los autos no circulan en las calles principales, evitando con ello que sus habitantes se estresen; se ha aumentado el número de parques y plazas; se tiene prohibido el uso de alarmas en los autos y se han eliminado todos los anuncios espectaculares y de luz de neón. En estos días, su mayor prioridad es la de incluir el uso de fuentes de energía renovable, de sistemas ecológicos de transporte público y el reciclado. Aquí se debería hacer el intento de desarrollar un programa urbano que sin ser necesariamente una copia de lo que sucede en Europa, por lo menos retome algunas de sus ideas, porque el estrés ya se ha instalado en Colima.
¿O tú cómo la ves?