2 de enero de 2010

Los Anormales

Historia de X. “Sin ser intelectualmente brillante, no es estúpido; encadena bien las ideas y tiene buena memoria. Moralmente, es homosexual desde los 12 o 13 años, y en sus inicios ese vicio había sido más que una compensación de las burlas que soportaba... Quizá su aspecto afeminado agravó esta tendencia a la homosexualidad... X. es totalmente inmoral, cínico e incluso charlatán. Hace tres mil años habría residido en Sodoma y los fuegos del cielo lo habrían castigado con toda justicia por sus vicios. Hay que reconocer con claridad que Y. [la víctima] habría merecido el mismo castigo. Puesto que en definitiva es anciano y no tuvo mejor idea que proponer a X. instalarse en un cabaret de invertidos... Este Y., sucesiva o simultáneamente amante masculino o femenino, no se sabe, de X, incita al desprecio y al vómito... Hay que ver el aspecto femenil de uno y otro para comprender que puede emplearse esa palabra, cuando se trata de dos hombres tan afeminados que ya no es en Sodoma sino en Gomorra donde deberían haber habitado”.
Discursos de verdad. El texto anterior está formado con extractos de un informe de pericia siquiátrica en material penal, elaborado en 1973, y presentado por Michael Foucault en su libro Los anormales (FCE, 2002), con el propósito de demostrar que enunciados como los anteriores se consideran discursos verdaderos porque los formulan individuos “calificados” (médicos, especialistas y científicos en general). Son discursos de verdad que quizá provoquen risa, pero que tienen el poder institucional incluso de matar. Su objetivo es doblar el delito a través de nociones que, como el ejemplo anterior, se expresan para descalificar: tendencia a la homosexualidad, sujeto inmoral o aspecto afeminado. Constituyen rasgos individuales enunciados una y otra vez hasta hacerlos parecer como elementos inherentes al delito. En el caso X. y Y., su crimen está en su homosexualidad manifiesta, que deriva en una actitud criminal. “La pericia permite pasar del acto a la conducta, del delito a la manera de ser, y poner de relieve que esta última no es otra cosa que el delito mismo”, concluye Foucault.
Cuando tú eres el problema."Caminaba como a la una de la tarde por una calle del centro de Colima, se bajaron de la patrulla y me preguntaron a dónde iba y que en dónde vivía... Les dije la verdad, pero ellos me dijeron “¿A poco crees que te vamos a creer?” Me revisaron mi bolsa... Se pusieron a ver mi álbum fotográfico, checaron mis cosméticos a ver si llevaba droga... Me molesté y les dije “¿Hay algún problema conmigo?”... “El problema eres tú”. El policía me abrió la puerta de la patrulla; en eso se acercó una señora a defenderme y gracias a ella me dejaron ir, pero me dijeron que no querían volverme a ver por ahí».
Luchas territoriales.El testimonio anterior es una de las tantas arbitrariedades que ha sufrido Sheila, cuando ocasionalmente sale a caminar por las calles de la ciudad de Colima, pero esencialmente es una vivencia más que documenta la exclusión social de la que son objeto muchos de sus habitantes, quienes han cometido el pecado de ser (o pretender ser) diferentes a los demás. Efectivamente, Sheila es un joven travestí de 23 años, quien decidió colaborar como informante clave para la investigación realizada por el académico colimense César O. González Pérez y cuyos resultados pueden analizarse en el libro Travestidos al desnudo: homosexualidad, identidades y luchas territoriales en Colima (Ciesas/Editorial Porrua, 2003. Entre otros temas, González Pérez, nos habla sobre cómo ciertas instituciones sociales se encargan de producir un deber ser que sin embargo constantemente es alterado por todas aquellas personas a las que la sociedad les impide ocupar un lugar en el espacio público con el propósito de convertirlas en individuos socialmente invisibles, porque su presencia les resulta intolerable. Discriminados entre los discriminados, los travestís han ido forjando su propia identidad social a través de expresiones distintivas, con un lenguaje propio, con referentes simbólicos y prácticas comunes que, por extraño que parezca, reproducen con metáforas las instituciones legítimas.
Ilusionándose con Juana... 1. «Ya fui a inaugurar la nueva preventiva" –comenta Juana-. A mi llegada me dieron mi tentempié, mi entremés y mi entresemana... Me llevaron a conocer las instalaciones. Les dije: “¿Este es el taller de costura?”, “No”, me dijeron, “esta es el área de embutidos y enlatados”... Y si vieran qué cosa me cené esa noche». 2. «-Estás bonita -me dijo el juez y se me queda viendo como encuerándome-. Le pregunté: -"¿Nos dejarás salir?"-. Y él me contestó: -"Solo si te quedas a dormir conmigo que ya me ando haciendo ilusiones". Me quedé con él toda la noche y ya como a las seis de la mañana, me dijo que ya estaba bueno y me dio dinero».
La realidad oculta. La realidad de los travestís transcurre en los entresijos de nuestra vida cotidiana, no obstante el hipócrita empeño con el que se le pretende ignorar. No sólo es una realidad oculta, (auto)contenida en burdeles, en hoteles de paso y en fiestas particulares, sino también es una realidad que en público logra avergonzar a algunos, a pesar de que estos, en privado, formen parte de ella. Estos fenómenos de exclusión social no les interesan a los demócratas de ocasión, pues para ellos existen en la vida asuntos más relevantes que andar discutiendo de puterías. Mintras tanto, vulnerables al descrédito, los travestís van construyendo a través del estigma su propia solidaridad grupal.