4 de julio de 2009

Iván

Nuestro nombre es una carga deontológica que funda nuestra identidad como personas. Dice Edmon Jabès, autor de libros infinitos, que para existir se necesita primero ser nombrado, porque más allá de los motivos que propiciaron dicha elección, toda la vida seremos entes cautivos de su designio. Por eso el propio Jabès se pregunta: qué diferencia hay entre elegir y ser elegido, cuando no podemos sino plegarnos a la elección.
Por si alguna vez Iván, mi hijo, lee lo que aquí he dicho, quiero decirle, citando al filósofo egipcio, lo siguiente: “Niño, las letras de tu nombre están tan distanciadas una de otra que eres una fogata de alegría en la noche estrellada”.

2 comentarios:

ferrrioni dijo...

Hombre G: si mal no recuerdo, tu trabajo de titulación en la licenciatura fué sobre partidos políticos, un tema que sin duda te sigue apasionando. Luego entonces estoy en espera de leer tu aportación sobre la situación actual de estos y desde luego, de los resultados de las recientes elecciones, no tardes.
Un saludo.

Paulina Valdez dijo...

Oh! qué buen dato... Síii, me uno a ferrioni: "Luego entonces estoy en espera de leer tu aportación sobre la situación actual de estos y desde luego, de los resultados de las recientes elecciones, no tardes.".