31 de diciembre de 2008

Acercarse a los clásicos

Hace algunos años un eminente sociólogo vino a Colima a participar en el Seminario Ética y Espíritu Deportivo en los Procesos Electorales Mexicanos. Lo recuerdo perfectamente porque, junto con otros compañeros universitarios, fui invitado a participar en dicho Seminario. Con la audacia propia de la juventud, sin embargo, no sólo hice acto de presencia, sino que me atreví a presentar una ponencia. Ignoro si fue por la calidad poética del texto que leí o por las deficientes ideas que rebuzné, que el reconocido intelectual, aprovechando un descanso, se me acercó y me dijo lo siguiente: “Si quieres analizar y entender con profundidad los procesos sociales y políticos tienes que acercarte a los clásicos de la sociología francesa y lo más recomendable es que ese acercamiento lo hagas en el idioma original”. Confieso que sus palabras me dejaron hondamente conmovido, pero también un poco perturbado, de tal suerte que el Seminario concluyó y yo aún no lograba apaciguar mi espíritu. Fue por eso que decidí marcharme a casa caminando. Recorrí la avenida Camino Real completamente abstraído, elaborando profundas reflexiones sobre cómo cristalizar el consejo de aquel respetable científico social, porque en aquellos días las librerías y bibliotecas colimenses eran escasas y las que existían contaban con un acervo limitado. Concluí con tristeza que mi acercamiento a los clásicos no sólo sería difícil, sino una tarea imposible. La magnitud de este galimatías intelectual era tal que empecé a sentir mucha hambre. Resolví entonces hacer un alto en el camino y dirigí mis pasos hacia la Piedra Lisa, ahí me comí seis tostadas sencillas y un raspado de nance con leche. Quince minutos después, con la panza llena y completamente satisfecho, mi interés por la sociología francesa, los autores clásicos, sus obras y los mismos procesos sociales y políticos, entró en agonía e instantes después colgó los tenis. Pero su muerte no fue en vano, pues esta edificante anécdota dio origen a aquel refrán que dice: “Estando sabroso el sazón, chingue a su madre la razón” (si lo considera conveniente, el lector puede sustituir la procacidad con sucumbe, fenece, perece, etcétera).

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