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28 de abril de 2010
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20 de abril de 2010
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Sistema sonoro armónico
Ex Votos
2. “Doy infinita gracias ala birgencita de Guadalupe por mandarle ami papa Jose que al estar jugando conmigo futbol se cayo pegandose en la cabeza quedando como muerto y biendo tal desgracia pedi por su vida y hoy lla esta bien y juntos te traemos este milagro por tal dicha”. (Anónimo, 1940). Según los curadores Elin Luque Agraz y Michele Beltrán, mientras elaboraban el catálogo de pintura novohispana guadalupana en el museo de la Basílica de Guadalupe, se encontraron con una galería cuyos muros y techos estaban tapizados con cientos de exvotos. No obstante lo anterior y que desde principios del siglo XX algunos artistas mexicanos mostraron interés por este género pictórico producto de la religiosidad popular, en nuestros días los exvotos han sido poco investigados. La razón de esto quizá estriba en que, en cuanto expresión plástica, suelen ser considerado como arte menor, puesto que lo que destaca en ellos es la ingenuidad con la que son trazadas sus imágenes, muchas de ellas carentes de toda proporción y siempre acompañadas por un texto explicativo.
3. “Gracias le doy al Santo Niño de Atocha por aberme otorgado la puntería para matar a ese ijo de la chingada de Filemón”. (Remigio Ibarra, Guanajuato, 1936) Los mexicanos, no me queda duda, practicamos una cultura del agradecimiento que, como dice la propia Sarmiento, es ancestral y se encuentra vinculada directamente con nuestra religiosidad, porque seremos capaces de aguantar que se nos acuse de corruptos, rateros o desvergonzados, pero que nadie se atreva a insinuar siquiera que somos unos malagradecidos, porque entonces ese insolente –y además pendejo- no vive para contarla.
4. “Mi compadrito Pedro Crisanto Carrasco enojado por que yo visitaba mucho a mi comadrita Chona intento matarme arrastrandome por el camino pero yo tengo el cuero duro y gracias a eso y al Santo Niño de Atocha pude salir con bien y ahora tengo mas cuidado”. (Juan Magaña Arrozamena, 1945). “¿Cómo se dice, Giancarlo?”, escuché que le decía un señor a su hijo, luego de que una señora le dio una bolsita con dulces al tal Giancarlo. “Gracias, oiga”, respondió éste con una pinche vocecita de escuincle chiqueado que aún me retumba el tímpano izquierdo. “Muy bien, hijo, muy bien”, alcanzó a decir el orgulloso papá, antes de que se le salieran las lágrimas, emocionado porque volvió a ratificar lo bien que está cumpliendo con su responsabilidad, pues a leguas se nota que su hijo está bien educadito.
5. “Purisima Concepción bengo a dar gracias por consederme la dicha de salir con vida cuando un maniatico me llevo al hotel sin pensar en sus intenciones al negarme me apuñalo por todo el cuerpo pensando que estaba muerta salio corriendo. Ya sanaron las heridas. Protejeme en esta vida de puta”. (Anónimo, 1970). Con todo, es bueno ser agradecido, pues como aseveran las abuelitas: “No hay nada peor que una persona ingrata”. El asunto aquí es que debemos concebir al agradecimiento no como una forma de pagar una deuda adquirida con la persona que nos hizo un favor o nos otorgo algún bien, sino reconociéndole su generosidad. Es decir, se agradece el comportamiento que tiene el otro con nosotros y no el beneficio obtenido. Porque detrás de una genuina actitud desprendida, siempre estará presente el desinterés. Lo contrario implicará necesariamente el surgimiento de lealtades de sumisión, y éstas en nuestro país tienen un rostro conocido: el corporativismo y el control político.